sábado, 26 de diciembre de 2009

El Altar de Navidad

Por fin se fue Navidad, frase que parece un poco hereje para los fanáticos de estas fechas, pero para mí el paso del 25 de Diciembre es sinónimo de recuperar mi vida, volver a tener tiempo para pensar y para escribir en esta columna que tenía bastante abandonada desde hace algunas semanas. De paso gracias por la preocupación de algunos y los buenos deseos de otros,
Entre mi infancia y mi adolescencia la navidad se celebraba en algún lugar como el de la fotografía. Una hermosa iglesia perfectamente adornada para la ocasión con la presencia de un magnífico coro polifónico que interpretaba canciones de gozo, amor y esperanza. En la iglesia donde asistía para el culto navideño una a una las familias pasaban al altar y unidas daban gracias por las bendiciones recibidas durante el año. Los regalos no importaban por su valor y su objetivo único era compartir alegría y buenos deseos.
Conforme llegué a la adultez y fuí dejando la fé de lado, la celebración navideña se trasladó al ambito familiar. La vispera del 25 era la ocasión para que todos nos reunieramos y cenaramos juntos alegres de volver a encontrarnos. Recuerdo incluso que en alguna época en la que trabajaba en cierta distante ciudad debía soportar casi desde el mediodía los atochamientos en las vías, la dificultad para encontrar pasajes y un largo viaje para llegar a casa, cuestión que se veía de sobra recompensada con el abrazo de mi hijo y mis padres. La cena, humilde o abundante, era seguida de una quieta y larga conversación y la visita de los vecinos con mutuo intercambio de para bienes.
Desde hace ya algunos años trabajo en una importante tienda de uno de los principales centros comerciales del país y desde entonces mi percepción de la fecha ha cambiado radicalmente. Como balance de este año puedo contar casi veinte días trabajando continúo, permaneciendo un mínimo de doce horas diarias en la tienda, dos leves alzas de presión, un coló irritable, unas cien tazas de café, una docena de bebida energizantes, más de cinco mil clientes atendidos, unos cincuenta reclamos por no ser atendidos a tiempo (según ellos pero a quien se le ocurre ir a comprar regalos el 23 de Diciembre y esperar ser atendido en forma expedita), un ciento cicuenta por ciento de cumplimiento de los presupuestos trazados para este fin de año y una docena de palmoteos en la espalda por el trabajo bien hecho.
También ví a gente humilde endeudarse por los siguientes tres años con tasas de interes que rozan la usura con tal de llegar a casa con el regalo prometido, a madres desesperarze porque el sueño de sus hijos se encontraba ya agotado, a otros despóticamente gastando cifras millonarias solo con el objetivo de quedar bien con su circulo social, a otros cediendo a los berrinches de niñas malcriadas que exigían que su regalo fuera el rosado con pintas fucsia aunque este costara el triple que el blanco que cumplía la misma función.
En cuanto a mí tanta, vorágine consumista me ha llevado de un tiempo a esta fecha a entregar obsequios solo a las personas más cercanas y que estos no superen los U$ 20.-, alguno lo consieraran egoismo pero para mi es la forma de abtraerme de la corriente imperante, en la contraparte mis amigos y familia saben bien que no aceptó regalos caros y que valoró sobre todo los hechos manualmente. En lo que respecta a la celebración decidí mandar a mi hijo a pasar la navidad a casa de su madre y que mi madre la pasara junto a unos familiares, yo me serví dos copas de vino junto a un pavo recalentado, luego me tomé un valium (prescripción médica pues sufro de insomnio) me levanté tarde a día siguiente realizé las visitas de rigor, fui con mi ihjo al cine, me reptí la dosis de valium y desperté hace pocas horas por fin descansado, con la tranquilidad de saber que la navidad había pasado y firmemente convencido que el verdadero altar en estas fechas no se encuentra en un humilde pesebre, ni en los atriós de una iglesia, sino que dentro de las atestada paredes de los centros comerciales.
PD: Casi lo olvidaba feliz fin de navidad y los mejores deseos para el 2010.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sabores con Historia

Cochayuyo y Merquén, eso es lo que se aprecia en la fotografía, dos ingredientes heredados desde la época prehispánica y que han permanecido en la gastronomía chilena hasta nuestro días. El primero es un alga presente en buena parte de nuestras costas y que es usada en guisos y ensaladas, en tanto el Merquén es un ají extremadamente picante fácil de cultivar y que luego de ser deshidratado es utilizado como condimento en toda suerte de preparaciones.
Ambos tienen algo en común: son fáciles de obtener y de preservar, estos elementos han marcado a la mayoría de los principales ingredientes de la tradición gastronómica en cualquier parte del mundo. El cebiche peruano, la paella española, los tamales mexicanos, el sushi japonés, la fejoada brasilera, el hagis escocés, la hamburguesa alemana, por nombrar algunos son platos que han nacido en la más completa y absoluta humildad, usando cereales como el trigo, el arroz o el maíz cultivados en la huerta familiar; peces, mariscos y algas extraídos libremente desde las costas; interiores de animales como el hígado, corazón o estomago que usualmente eran desechados por los patrones de antaño cuando mandaban a faenar un animal. De esa forma con sobras de la comida de otros y aquellos elementos de libre disposición las abuelas de nuestras abuelas crearon platos que fueran nutritivos y económicos a la vez.
Los años han pasado y estas humildes preparaciones, consideradas en alguna época como comida de pobres y menesterosos, se han convertido en algunos casos en platos de la más alta gastronomía a la vez de ser valorados por médicos y nutricionistas que destacan sus cualidades alimenticias por sobre el moderno fast food. ¡Qué sabias fueron entonces nuestras abuelas!, ¡De que maravillosa forma lograron alimentar con poco a numerosas familias! ¡Cuánta dedicación y abnegación hay en estos platos hechos con manos repletas de amor!
Ya no nos internamos en el oleaje buscando el cochayuyo ni cultivamos merquén en una huerta para secarlo durante todo el verano al sol, hoy día fácilmente podemos adquirirlos en cualquier mercado; por otro lado ya no están con nosotros nuestras abuelas indígenas, tampoco nuestras abuelas mestizas que cocinaban para el patrón ni nuestras abuelas campesinas que se preocupaban de alimentar a sus once hijos, pero ya sea siguiendo una receta o comprando un plato en un restaurant podemos saborear su infinito amor, sencillez y sabiduría que de alguna forma siempre las mantendrá a nuestro lado.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sobrevuelo (Republicación del 17/05/09)

Repetir entradas anteriores puede ser una porque se consideran dignas de ser republicadas o muestra de cierta sequía creativa, en este caso hay algo de ambas. El exceso de trabajo propio de las fechas para quienes trabajamos en comercio me ha impedido abocarme a meditar en la escritura tanto como quisiera y por otro lado hace poco días volví a visitar el lugar que inspiró esta entrada lo que actualiza y revalida las ideas expuestas.

El ave de la fotografía es un pequeño aguilucho de los que abunda en la desembocadura del río Aconcagua en ConCón; su imagen en pleno vuelo mérito absoluto de la cámara con que fue tomada; lo interesante es el fondo, las potencialmente contaminantes torres de la refinería de petróleo de Enap.

El Humedal de ConCón en la desembocadura del río Aconcagua es un lugar en extremo particular no sólo por los cientos de aves marinas que anidad allí deleitando a los ornitólogos aficionados con sus impresionantes coreografías en especial en los atardeceres de verano. Lo especial de este refugio natural es que se encuentra a menos de medio kilómetro de dos empresas que deberían ser altamente contaminantes casi por derecho propio, una es la refinería de petróleo de Enap y la otra es la planta de químicos industriales del gigante alemán de BASF, sin embargo ambas empresas de algunos años a esta parte han hecho un esfuerzo importante en reducir su emisión de contaminantes permitiendo que a pocos metros de ellos tenga lugar la mayor concentración de aves marinas en la zona central de Chile demostrando que industrialización y conservación son perfectamente compatibles en la medida que estado y empresa privada se lo propongan. Pero lamentablemente el Humedal no se encuentra fuera de peligro y su principal contaminación son los desperdicios dejados por sus visitantes.

Usualmente culpamos de la contaminación a las grandes compañías multinacionales que talan NUESTROS bosques, ensucian NUESTRAS aguas y oscurecen NUESTRO cielo, pero se nos olvida NUESTRA responsabilidad en el asunto, lo que nosotros debemos hacer en pro de la ecología y el desarrollo sustentable.

El punto no consiste en acallar nuestra conciencia no arrojando basura a la calle y depositándola en un tacho, eso es una medida básica de educación y no una solución a la contaminación porque sea desde nuestro suelo o desde un contenedor los desperdicios igual terminaran en un vertedero e igualmente en algunos casos tardarán siglos en descomponerse. El remedio consiste sencillamente en generar menos desperdicios.

Privilegiar los encases reciclables y por sobre todo los reutilizables, abandonar el excesivo culto al envase plástico (es necesario comprar todos los meses un nuevo pote de mantequilla si este se puede rellenar con la comprada a granel?) y por sobre todo dejar de pedir bolsas de nylon en cada compra que hacemos, es realmente insólito como en supermercados y multitiendas la gente pide bolsas para transportar cosas que caben en sus bolsillos o que perfectamente pueden ser llevadas en la mano, bolsas que solo minutos después terminan en un tacho de basura.

La actividad industrial y la preservación ecológica deben aprender a coexistir, pero poco importarán los planes descontaminantes de las grandes empresas o los gobiernos si el cambio no ocurre primero en nuestros hábitos cotidianos, así que primer paso DEJE de pedir bolsas plásticas.

Actualización: En los últimos mese se ha ido masificando el uso de bolsas plásticas biodegradables hechas en base al almidón obtenido del maíz, las que se una vez enterradas se consumen en un par de meses. Indudablemente parece la solución a lo antes expuesto, pero hay que detenerse a pensar que su uso a gran escala implicará la necesidad de destinar más terrenos al cultivo de maíz lo que sumado al uso de etanol (obtenido del mismo grano) como biocombustible indudablemnte culminara en la tala de inmenzas hectareás de bosque para ocupar su suelo con fines agrícolas además de un obvio encarecimiento del costo de los alimentos. Creo que cambiar la contaminación por menos hectareas de bosque y escacez de alimento no es un negocio inteligente, la solución sigue siendo volver a la antigua bolsa de género (mil veces reutilizable= y DEJAR de pedir bolsas plásticas.