viernes, 31 de diciembre de 2010

Burbujas de Jabón

Para la celebración de nuestro bicentenario en el pasado mes de septiembre asistí a uno de esos eventos que en Chile se les denomina como de Plaza Italia para arriba. A los lectores extranjeros les explico que la referida plaza marca el punto central de Santiago, hacia el oriente (arriba) se encuentran los barrios altos y hacia el poniente (abajo) los barrios populares, en otras palabras asistí o más bien me colé en un evento de nuestra singular aristocracia.
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, señalaba que los anhelos de movilidad social era la raíz de buena parte de los problemas en los estados modernos al no conformarse cada individuo a su posición en la escala social frustrándose en su constante deseo de ascender. Parto por aclarar que no comparto en nada sus apreciaciones, defiendo el que todos tengamos el derecho a mejorar nuestro estándar de vida y a construir condiciones más ventajosas para nuestros hijos, pero sí creo que las odiosas luchas de clases han terminado por introducir los gérmenes de la discriminación, el arribismo, la envidia y el resentimiento.
Mientras me paseaba en medio de dueños de fundos, criadores de caballos de fina sangre, familias bajándose de camionetas con doble tracción y muchachos estacionando los descapotables de sus padres, me detuve a observar a un humilde vendedor que voceaba sus jugos de frutas que eran exprimidos en el momento con la ayuda de su hijo un chico de no más de diez años al que llamaremos Juan y que de seguir el mundo su curso es probable que en quince años más sea él quien vocee la venta de zumos en las fiestas patrias del 2025.
Minutos después en medio de la multitud reconocí a un famoso empresario dueño de buena parte de la producción vitivinícola de nuestro país acompañado de sus numerosos nietos entre los que destacaba por su vivacidad la más pequeña a la que llamaremos Isidora y que de seguir el mundo su curso de seguro será rostro de las páginas sociales de las revistas de papel cuché en un futuro próximo.
Mi tarde transcurrió probando vinos de guarda, degustando finos quesos, observando caballos (de los que aparte de montarlos no sé nada), hasta que de repente me volví a encontrar con la Isidora quien entusiasmada se dedicaba a hacer volar por el aire decenas de burbujas de jabón las que eran perseguidas por Juan quien intentaba retenerlas en sus manos para devolverlas a su dueña. Por un instante Plaza Italia se vino abajo y la más hermosa de los de arriba y el más tierno de los de abajo jugaban juntos sin importarles sus cunas y linajes. El mágico momento no duró mucho, Isidora recibió el llamado para unirse al séquito familiar y Juan debió regresar a exprimir naranjas, pero no dejo de pensar que si llenáramos la ciudad de burbujas de jabón quizás los de arriba dejarían de desconfiar de los de abajo y los de abajo no sentirían envidia de los de arriba y todos seríamos más felices.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Montegrande

Chile ha tenido dos glorias en la literatura, las dos cumbres más altas dentro de una larga tradición de poetas y escritores, dos vidas tan similares y a la vez tan opuestas.
Lucila Godoy Alcayaga y Neftalí Reyes Basoalto; ambos fueron contemporáneos, ambos compartieron sus humildes orígenes en localidades rurales al pie de Los Andes, en Montegrande la primera y en Linares el segundo; ambos prefirieron ser conocidos por seudónimos, Lucila eligió para sí Gabriela Mistral en tanto Neftalí optó firmar como Pablo Neruda; en ambos su talento los hizo destacar desde muy jóvenes; ambos ocuparon importantes puestos diplomáticos; ambos fueron galardonados con el Premio Nobel de Literatura; ambos tuvieron una nutrida correspondencia; ¡pero que tan distintos fueron sus sentimientos a la hora de componer sus poemas!.
La mayoría de los versos de Neruda están compuestos desde la posición del eterno y adorable seductor seguro de poder lograr una nueva conquista en tanto los versos de Mistral iban desde la tristeza de la seducida y luego abandonada.
Maruca, Delia y Matilde fueron las musas que inspiraron a Pablo, todas lo amaron, fue él el que dejó a las dos primeras para finalizar sus días junto a la “Chascona”, como cariñosamente apodaba a Matilde Urrutia el gran amor (o al menos el final) de su vida.
Juan Jerónimo, Alfredo, Romelio, Yin Yin y Doris, inspiraron los versos de la Mistral. El primero es el padre que la abandonó siendo pequeña; Alfredo fue su amor de adolescencia, aquel 20 años mayor que nunca se decidió a establecer en términos serios su relación; Romelio es el amor naciente que termina cuando este se suicida; Yin Yin es el sobrino, criado como un hijo, cuya vida también acaba en el suicidio; y Doris Dana fue finalmente el gran amor, la que la acompañó hasta el fin, la que la “quizo pa’bien”, pero a la que debió siempre ocultar porque a mediados del siglo XX ni Nueva York ni Santiago estaban preparados para aceptar un amor lésbico.
En mi apreciación la forma de ver el amor de Neruda se ve hermosamente plasmada en el que a mi gusto es su mejor verso “Pido Silencio” en donde declara que cambiaría la primavera tan solo porque los ojos de Matilde lo miren, y la más hermosa muestra de amor de Gabriela Mistral paradojalmente nace de la muerte luego del suicidio de Rogelio Ureta, es el verso con el que se hizo reconocida y también es el verso que en quizás un sino trágico marcará el futuro de sus afectos.

“Del nicho helado en que los hombres te pusieron.
Te bajaré a la tierra humilde y soleada,
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
Y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
Dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
Y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
Al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
Y en la azulada y leve polvareda de Luna,
Los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡Porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
Bajará a disputarme tu puñado de huesos!”

Verso I de los Sonetos de la Muerte

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nahuelbuta (Republicación del 04/06/10)

El Parque Nacional Nahuelbuta es el último refugio de bosque nativo, principalmente Araucarias y Coigües, en la Cordillera Costera del centro sur de Chile. Actualmente esta zona protegida es una verdadera isla de flora autóctona en medio de millones de hectáreas de pino radiata simétricamente plantados por las empresas forestales para abastecer la industria de la celulosa.
Hace algunos días lamentablemente debí visitar a mi ejecutivo de cuentas para refinanciar uno de mis créditos bancarios. Lo anterior aparentemente no tiene ninguna relación con los árboles de Nahuelbuta, pero el punto es que para cumplir con el trámite de repactación debí firmar al menos medio centenar de documentos entre solicitudes de crédito en triplicado, seguro de desgravamen en quintuplicado, opcional de seguro de cesantía, declaración patrimonial, declaración de no participación en sociedades anónimas y un sin fín más que ya no recuerdo. Mi ejecutivo parecía un energúmeno poseído por un éxtasis casi místico imprimiendo e imprimiendo copias de documentos incesamente en su impresora laser que luego me alcanzaba para que yo estampara mi firma con mi mano ya casi acalambrada.
Esta experiencia me convenció de que en la Patagonia, en medio de la Amazonia o en algún lugar de Finlandia o Australia, el Banco Santander debe tener su propio bosque privado con su correspondiente planta de celulosa destinado a proveer del papel necesario para sus operaciones comerciales. De seguro no muy lejos de aquel bosque han intervenido el cauce de algún río con una represa para poder generar la energía eléctrica suficiente para mantener en funcionamiento constante su red de impresoras.
Me parece inaudito que en plena era informática todavía se usen toneladas de papeles que en formato digital podrían ser almacenados en un pequeño disco duro. Algún abogado me dirá que tal vez de acuerdo al marco jurídico actual los documentos digitalizados no tienen validez legal o que se yo que vacío constitucional, pero es allí donde deben actuar por primera vez en forma proactiva nuestros legisladores modificando lo que haya que modificar.
De seguro en estos precisos momentos mi ejecutivo de cuentas debe haber dado la orden de que se plante un árbol con mi nombre, el que va ser nutrido con toda clase de fertilizantes de crecimiento ultra rápido cosa que alcance a ser talado y convertido en papel de aquí a que tenga que pedir un nuevo crédito.
Lamentablemente las Araucarias y Coigües milenarios de Nahuelbuta tarde o temprano terminaran convertidos en un trozo de papel tamaño A4 en el que imprimiremos algún e-mail que un par de horas después arrojaremos al tacho de la basura a no ser que….. disculpen la interrupción pero mi ejecutivo de cuentas me acaba de llamar para avisarme que faltaron un par de documentos por firmar así que debo ir al banco.
PD: Hace pocos días se informó por la prensa que el gobierno impulsa un proyecto para que el papel dejé de usarse en las instituciones del estado.

jueves, 16 de diciembre de 2010

La Vie en Bleu

Hace algunas semanas luego de un almuerzo familiar en un restaurant porteño y mientras pasábamos frente a una pérgola mi hijo me pidió si le podía “prestar” (o más bien dicho regalar) algún dinero para comprar una flor que obsequiar a una de sus compañeras de colegio. Como es obvio inmediatamente asentí con una mezcla de orgullo, satisfacción y cierto pudor de ver como mi retoño se iniciaba en las artes de la galantería. Hasta allí todo bien pero el problema vino al momento de elegir la flor en cuestión ya que su madre que ese día nos acompañaba nos dio toda una exposición acerca del color de las flores y su significado: que el amarillo puede implicar la presencia de celos, que el azul es una demostración de amistad, que el rosado refleja ternura, el blanco pureza de sentimientos, el rojo pasión desatada, en fin después de aquella disertación entendí porque tal vez algunas flores enviadas a ciertas pretendidas no lograron el efecto deseado.
A pesar de que como fotógrafo me fascina la gama completa de colores y mientras más rebuscados mejor, a la hora de elegir uno para mí la cuestión es clara: mi color es el azul (salvo para regalar flores pero eso es otra historia). Nunca busqué un significado al respecto, hasta hace poco estaba convencido que dicha predilección se debía a que el club de futbol del cual soy hincha, la Universidad de Chile, usa una tricota color azul, pero de un tiempo a esta parte y considerando mi escaza pasión por el balompié me da la sensación que es a la inversa, ósea que la elección de mi equipo preferido se debió al color de su vestimenta.
Algunos psicólogos señalan que el color azul tiene relación con un estado de serenidad y otros que refleja un potente influjo nocturno y consecuentemente me siento un tipo sereno y más bien noctámbulo, de hecho creo que todas las entradas publicadas en este sitio las he escrito a altas horas de la noche, sin embargo me gusta mucho más el significado que Kieslowski le da a los tonos índigos en su ya clásica película “Trois Couleurs: Bleu” en donde el azul representa a la libertad pero en palabras del propio director polaco no simbolizada en un sentido político o social, sino más bien la libertad de vivir la vida en sí misma.
“Bleu”, considerada por algunos críticos como una de las mejores películas de la historia del cine, es de aquellas historias que puede ser revisitada una y otra vez. Es interesante ver como Julie (el papel interpretado por Juliette Binoche) quien consideraba que buena parte de lo logrado en su vida era por mérito de su difunto esposo descubre que en el fondo era ella la causante de su bienestar y era ella quien en realidad había compuesto las piezas musicales que habían dado gloria a su cónyuge, logrando de esta forma liberarse de sus duelos y de sus atávicos recuerdos. El ver como esta aparentemente frágil mujer supera sus pérdidas, vence sus deseos autodestructivos, afronta su pasado, se reenamora y descubre su inmenso potencial, renuevan mis ganas de continuar viviendo La Vie en Bleu.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Frente a la Rompiente

En el último año me he hecho parte de varios círculos de fotógrafos, algunos orientados a fotografía urbana, otros a conceptual, retratos, paisajísticas, de naturaleza, etc. En ellos he conocido a profesionales sencillamente de excepción tanto por su calidad técnica como por la pasión puesta en lo que hacen, pero si hay un grupo que destaca son aquellos dedicados a la captura de imágenes de naturaleza virgen, si quieren conocer algo de su trabajo les recomiendo visitar www.fotonaturaleza.cl, allí encontrarán las capturas hechas por tipos tan imbuidos en lo que hacen que son capaces de caminar varias horas por senderos perdidos en medio de las montañas y acampar junto a alguna laguna perdida para luego a eso de las cinco de la madrugada sumergirse hasta la cintura en medio de aguas pantanosas cubiertos con una red de camuflaje y permanecer allí unas cuantas horas inmóviles tan solo para poder obtener una foto de un Pato Cuchara al amanecer, y les aseguro que lo recién relatado no es ninguna exageración.
El punto es que conversando con algunos de estos verdaderos comandos de la fotografía, varios de ellos con reconocimientos internacionales a su trabajo, sobre la imagen que encabeza esta entrada (un gaviotín monja volando sobre la rompiente de las olas en las costas de Cobquecura) me comentaron entre otras cosas que si el ala superior del sujeto hubiera entrado por completo en el encuadre hubiera resultado una foto de catálogo, y otros conceptos técnicos como que se pudo haber reducido el nivel de ruido en el fondo, mejorar el enfoque del gaviotín cerrando aún más el diafragma o dar más dinamismo a las alas aumentando el tiempo de exposición.
Admiro enormemente a estos muchachos y comparto con ellos esa insaciable búsqueda de la excelencia y de la imagen perfecta, pero al reflexionar sobre el tema me puedo dar cuenta que el constante anhelo por la perfección, no solo en la fotografía sino en todo orden de cosas, en ocasiones nos impide disfrutar todas aquellas hermosas cosas y situaciones que sin ser perfectas estuvieron muy cerca de serlas.
La escala de calificación de notas en Chile va de 1 a 7, donde 7 es la excelencia, 6 es muy bueno, 5 es bueno, 4 es regular, 3 es malo, 2 muy malo y el 1 solos se aplica a trabajos no presentados. Al hacer una retrospectiva me doy cuenta que mi vida no ha estado repleta de sietes, por el contrario creo que han sido pocos, pero si han abundado los 6.5, 6.2 y 5.7 que al final resultan igualmente satisfactorios.
El último fin de semana no fue perfecto pero si se merece un 6.2; mi relación con mi hijo no da para el siete pero si califica como muy buena; no he alcanzado todas mis metas pero en la mayoría de los casos en el balance el resultado ha estado con creces sobre el regular; “Frente a la Rompiente” no es la fotografía perfecta pero si es una muy buena fotografía.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Corazón Caturro

Don Pepe hoy no pudo ir al estadio, seguramente una fuerza mal hecha moviendo algún cajón con frutas en su puesto en el mercado es lo que lo tiene con ese fuerte dolor de espalda y su vieja ya se las canto claritas: “si te arrancas a ver el partido ahora sí que me vas a conocer enojada”. Menos mal que hace algunos mese añadió el canal del futbol a su servicio de televisión por cable lo que le ha permitido seguir al equipo de sus amores cuando juega de visita, ocasión en la que usualmente es acompañado por sus compadres, pero hoy días tendrá que ver el lance solo ya que todos sus amigotes se encuentran en el estadio. Pero está es una ocasión especial, el Santiago Wanderers de Valparaíso enfrenta a su clásico rival el Everton de la vecina ciudad de Viña del Mar, dos nombres bastante ingleses para dos ciudades del fin del mundo.
Temprano pasó por el almacén a comprar una buena porción de “pichanga”, una mezcla de trozos de cecinas, quesos y pepinillos escabechados, el que será acompañado por un buen vino tinto, y es que Don Pepe ha seguido a los caturros (nombre con el que se apoda a los hinchas del Wanderers por sus camisetas color verde) desde que era un niño sin importar si el club pasa por buenos o malos momentos, no le molesta que el club tenga una mala campaña o que sea derrotado por los poderosos clubes santiaguinos, lo único que le importa y lo que no puede tolerar es que se doblegue ante el elenco viñamarino con el cual arrastran una rivalidad casi centenaria, para él este partido es un clásico tanto o más importante que un Boca vs River o un Barcelona vs Real Madrid.
Es cierto que su esposa le prohibió, con razón, ir al estadio pero eso no impedirá que abra de par en par las ventanas de la habitación en la que vive en un conventillo del Cerro San Juan de Dios, tampoco impedirá que cuelgue de un mástil la bandera verde inglés del club de sus pasiones ni que se asome por los ventanales tocando el viejo trombón para alentar a sus muchachos tal cual como lo hace cada quince días en los tablones del estadio Municipal de Playa Ancha.
Sabe bien que si Wanderers gana mañana será un día resplandeciente, los porteños andarán exultantes, comprarán bastante fruta por sobre todo duraznos y frutillas para “arreglar” el vino, fácilmente hará el dinero para pagar el arriendo de su local y de seguro le quedará algo para darse algún gusto junto a su viejita. De seguro durante toda esa semana la marraqueta y el café del desayuno tendrán un mucho mejor sabor.
Sin embargo si Wanderers es derrotado por el Everton, oh desgracia impensable, mañana será un día funesto en el que seguramente Valparaíso amanecerá atrapado en la bruma, la gente no saldrá de sus casas, habrá carestía de frutas y pescados. De seguro no alcanzará a reunir el dinero para pagar el arriendo y tendrá que ir a empeñar alguna de las pocas joyas que le quedan a su vieja porque su trombón ni pensarlo. Toda esa semana el desayuno, el almuerzo, la once y la cena tendrán un amargo gusto.
Para don Pepe no se trata del resultado de un trivial partido de futbol, para don Pepe se trata del devenir de la vida misma.

martes, 30 de noviembre de 2010

Nuestro Saber

Los mapuches como buena parte de los pueblos amerindios no contaron con un lenguaje escrito lo que generó dos situaciones: por un lado en la actualidad no sabemos si sus relatos tradicionales y su cosmovisión es la misma que compartieron en sus fogones siglos atrás ya que muchos de ellos se fueron modificando por la influencia de las iglesias católica, durante la colonia y los primeros años y republicanos, y protestante en las últimas décadas; pero por otro lado motivó el exquisito contexto de que cada mito y leyenda hayan sido transmitidos de padres a hijos compartiendo un mate al calor del fuego durante los lluviosos inviernos del sur del mundo.
Existe una edad en la que lo relatado por nuestros padres no deja en nuestras mentes ningún lugar para la duda. Recuerdo que durante mi primera infancia, quizás como una forma de evitar que masticara goma de mascar, mi madre me dijo que si llegaba a tragar uno de estos pegajosos dulces esta se pegaría en mi instentino (valga la redundancia) y me podía provocar una seria enfermedad abdominal. Años más tarde lo mencioné a una de mis profesoras de biología la que me contestó que aquello no era más que “un cuento de viejas”. Imagínense como me sentí cuando esta maestra calificaba las enseñanzas de mi madre como cuentos de vieja y aunque con los años acepté la verdad hasta el día de hoy si me llego a tragar algún trozo de goma de mascar siento inmediatamente una pequeña contractura en el estómago.
En una situación similar hace algunos meses almorzando en un restaurant en una de las mesas contiguas escuché a un padre explicar a sus pequeños hijos que la ciudad de Río de Janeiro llevaba ese nombre debido al apellido de su fundador, por un momento me dieron ganas de intervenir en la conversación señalándole al padre que el fundador de Rio fue Estácio de Cá y que Janeiro en portugués significa Enero. Obviamente me pareció impropio inmiscuirme y contuve mis ansias culturizadoras pero de seguro esos muchachos por largo tiempo creerán que la capital del Brasil fue fundada por un tipo de apellido Janeiro y no dudaran en compartir aquel conocimiento con otros.
Más allá de lo anecdótico el punto al que quiero ir es la tremenda importancia que incluso en nuestros días de internet y televisión por cable puedo tener la enseñanza oral transmitida de padre a hijo y como esta puede cambiar nuestra forma de ver o entender el mundo convirtiéndose en ocasiones en un paradigma bastante difícil de romper.
Errado o no, verdadero o falso, cierto o inventado, algo en nuestro corazón se inflama cuando ya sea sentados en la mesa de un restaurant, caminando junto al mar o compartiendo un mate junto al fuego iniciamos una conversación con alguno de nuestros retoños diciendo “lo que te voy a contar me lo contó tu abuelo cuando tenía tu edad y a él se lo contó su padre…”

jueves, 25 de noviembre de 2010

El Llamado del Roble

Cada cultura antigua ha visto en los grandes montes la representación de sus divinidades mitológicas y a sus presencias tutelares. Ese influjo ha permanecido constante hasta nuestros días modernos, lo siento cada mañana cuando veo salir el sol entre los picos del cerro El Roble retratado en la fotografía, cuando veo su silueta y la del cordón cordillerano que lo rodea perfectamente iluminado por la luz del medio día y por sobre todo cuando lo veo pintarse de rojo, fucsia y azul cada atardecer.
¿Qué sentido tiene escalar una montaña? No se pasará a la inmortalidad por ello porque en la actualidad prácticamente todas las cumbres ya han sido subidas, la experiencia además de cansadora puede resultar en algunos casos bastante peligrosa, además en una suerte de paradoja después de caminar por horas hasta alcanzar la cima no queda otra alternativa que caminar otras tantas horas para regresar. ¿Por qué entonces muchos, entre los que me incluyó, consideran la ascensión de un monte una de la experiencias más fascinante que se pueda tener en la vida?
Quienes hemos estado en la cumbre de una montaña sabemos que contemplar el mundo desde las alturas es una sensación única e indescriptible, pero no se trata tan solo de llegar a la cima lo realmente interesante es el proceso, el cómo se aclara nuestra mente después de algunos minutos de caminata, el recurrir a nuestras reservas anímicas más que físicas para seguir ascendiendo cuando el cansancio arrecia y en ese sentido el desarrollo de nuestra perseverancia para finalizar una tarea que por cierto nadie nos obliga. Sin embargo creo que la mayor lección de vida que se puede tener en una escalada es que en más de una ocasión debido a alguna lesión o un cambio climático y luego de haber caminado por horas y a veces faltando tan solo un corto trecho para llegar a lo más alto es necesario rendirse e iniciar el descenso. Créanme que es bastante difícil encontrarse a no más de cien metros de la cima y tener que aceptar que es imposible o poco prudente seguir avanzando, pero esas decisiones son las que evitan accidentes y salvan vidas (más del 90% de las desgracias ocurridas en la montaña son por imprudencias). Para mí esa esas son las principales lecciones del montañismo entender que no siempre se puede llegar al objetivo pero que lo importante es intentarlo y que lo realmente trascendental es el proceso y no el fin de este.
Este fin de semana espero alcanzar la cumbre de El Roble, pero si no es posible igual valdrá la pena el esfuerzo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La Luna Ausente

Esta foto es en muchos aspectos por decir lo menos deficiente, fue bastante difícil de tomar y más complicada aún de editar porque intente con cuanto software existe eliminar el ruido presente (esa especie de granulado que aparece en las imágenes tomadas con poca luz) cuestión que al final fue del todo inútil. ¿Porqué la publico entonces y cuál es la razón del título?
Hace algunas semanas luego de presenciar una tocata en un local de Valparaíso como en mi caso es usual los días viernes al salir a la calle me encontré con la magnífica imagen de una Luna absolutamente llena surgiendo en el horizonte por sobre las nubes e iluminando el mar. El problema es que en el centro mismo de la ciudad las barreras de los sitios portuarios interrumpen una visión directa del océano y las playas se encuentran un tanto alejadas hacia sus costados, entonces me dirigí a una pasarela en altura desde donde podría tomar mi foto en ese momento soñada.
Mientras subía el puente peatonal por uno de sus costados me di cuenta que en el extremo opuesto, que era el lugar ideal para situarme con mi cámara, se encontraba al menos una docena de muchachos bebiendo alcohol y fumando pitillos de marihuana. Personalmente no considero a Valparaíso una urbe particularmente peligrosa y nunca he sido víctima de algún delito, pero eso también ha sido porque soy un tipo bastante precavido y esa misma precaución me hizo ver que no era muy inteligente intentar hacer alguna foto desde ese lugar.
A paso acelerado tomé rumbo a algunos miradores antes que la Luna se elevara demasiado pero en todos aquellos que visité me encontré con la misma situación esto es pandillas de muchachos ebrio y drogados. Finalmente luego de caminar un buen rato y llegar a un lugar donde podía montar un equipo fotográfico sin riesgo tomé la imagen que encabeza esta entrada, como pueden ver desde mi posición no se veía el mar y además la Luna ya se encontraba casi completamente oculta por las nubes.
A raíz de situaciones como la comentada y otras no es extraño escuchar a algunos compatriotas lanzar frasecitas del tipo “en la época del general Pinochet uno podía andar sin temor por las calles”, cuestión que es cierta pero convengamos que durante buena parte de los años de dictadura estuvo implantado el toque de queda nocturno y por otro lado las fuerzas policiales podían detener y encarcelar a quien se les viniera en gana bajo la figura de la detención por sospecha.
Es triste que en aquellos años la gente evitara caminar por las calles de noche por temor a los agentes del estado, paradojalmente los mismos que debían velar por su seguridad. Sin embargo hoy nos vemos sometidos a una nueva dictadura: la de la delincuencia impune, y es que quizás intentando superar los años de represión hemos flexibilizado tanto nuestras leyes que las calles se han llenado de chicos que saben que no importa lo que hagan no podrán ser imputados por su corta edad o en el peor de los casos pasaran tan solo algunos minutos en una comisaría.
Encontrar el balance entre seguridad y derechos civiles es nuestro gran desafío como sociedad.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El Casero

Nuestros políticos y economistas son bastante fanáticos de los indicadores: Índice de Crecimiento, Índice de Productividad, Producto Interno Bruto, Ingreso Per cápita, Nivel Riesgo País y otros. Cualquier aumento o descenso en las cifras es ampliamente difundido de acuerdo a los intereses de tal o cual sector. En ese sentido me llama la atención la aparición hace algunos años de un nuevo indicador, por cierto bastante menos mencionado, se trata del Índice de Felicidad Nacional Bruta, el que busca determinar que tan contentos se siente la población de determinado lugar con su nivel de vida. En los años en los que se ha aplicado la medición los primeros lugares no han sido ocupados por ninguna de las superpotencias, ni tampoco por ningún país europeo ni por las naciones llamadas emergentes. Durante un largo periodo el primer lugar en términos de felicidad nacional fue ocupado por Bután, pequeño reino enclavado en lo alto de los Himalayas cuya población tiene un limitado acceso a los bienes de consumo y su economía es básicamente agraria, le siguen países como Costa Rica, Panamá, Cuba o El Salvador, definitivamente ningún país en los que Wall Street tenga fijados sus ojos.
Por alguna razón, quizás ligada a los medios de publicidad, hemos asociado felicidad con bienes materiales o en otras palabras con más dinero para gastar, en ese sentido nos parece lógico que cualquiera de nosotros busque mejorar sus condiciones laborales en términos de mayor remuneración, pero está de sobra comprobado que más responsabilidad igual más dinero también es igual más estrés e igual menos tiempo.
Entonces qué ocurre cuando alguien privilegia otros factores, vida en familia, tiempo libre, recreación, satisfacción personal, a la hora de determinar sus decisiones laborales aún a costa de menores ingresos, en muchos casos lo miramos como si fuera un irresponsable o sencillamente o un descerebrado.
De mi experiencia en el mundo del trabajo he conocido a una buena cantidad de ejecutivos, ingenieros y gerentes, y por otra parte debido a mi gusto por comprar en los mercados he conocido a una buena cantidad de humildes “caseros” dueños de puestos de frutas, cereales, carnes o pescados, y puedo decir sin ningún lugar a dudas cual de ambos grupos de personas es más feliz y vive mejor, quizás con menos bienes pero con una profunda alegría de vivir.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Challapampa

Tibias aguas color turquesa en un mar de coral, playas paradisíacas de blancas arenas en medio del Caribe, sol abrazador y ambiente de celebración. No se engañen, las aguas no superan los 12 grados Celsius, no está en el Caribe sino en medio del altiplano andino cerca de los 4.000 msnm y tampoco se trata de un mar sino del Lago Titicaca. No todo es lo que parece.Hace algunas semanas una amiga de infancia a la que no veía hace casi veinte años y que reencontré vía facebook me invitó a cenar a su hogar. Llegué hasta el domicilio en cuestión, una hermosa casa en un condominio en los suburbios, automóvil del año a la puerta, una exquisita y sofisticada decoración, cuatro hijos, un esposo enamorado y comprometido con su familia, todo de ensueño. Después de cenar y mientras conversábamos en el living ella se apresuró a acabar su copa de vino me tomó la mano y con un dejo de tristeza me dijo: “Necesito pedirte un consejo; me quiero divorciar…”. No todo es lo que parece.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Pseudalopex Griseus

Mis amigos fanáticos de la fotografía de naturaleza dirían que el sujeto fotografiado es un inmaduro de pseudalopex griseus o licalopex griseus según otras clasificaciones científicas. Para el común de los mortales se trata simplemente de un juvenil zorro chilla.
La fama de astutos de los zorros está más bien que ganada, hasta hace algunas décadas en las zonas rurales se habían convertido en la pesadilla de granjeros y campesinos por su habilidad para eludir cuanta cerca y alambrado exista causando estragos entre las poblaciones de conejos, gallinas y patos domésticos. Lo anterior llevó a que en su contra se realizara una caza indiscriminada que también alcanzó a lechuzas, aguiluchos y demases aves rapaces o mamíferos depredadores.
Como consecuencia de la furia campesina actualmente estas especies se encuentran clasificadas como vulnerables de extinción y se les encuentra reducidos al interior de los parques nacionales, pero como la naturaleza tiene su justo equilibrio la ausencia de los zorros en las praderas si bien acabó con las muertes de las aves de corral también significó el que los ratones de campo proliferaran al punto de transformarse en una plaga que además de dañar cultivos y graneros se encargó de transmitir parásitos e infecciones tan peligrosas como el Hanta virus, años atrás prácticamente desconocido.
Los ratones fueron controlados con pesticidas los que a su vez por acción del viento o la erosión han acabado en los afluentes afectando la flora fluvial y provocando las repetidas migraciones de cisnes y patos salvajes en busca de las cada vez más escasas aguas libres de contaminación y abundantes en micro plancton
Actualmente nuestras necesidades de energía y de generación de riqueza nos llevan a evaluar la construcción de nuevas centrales termoeléctricas, nuevas represas, nuevos yacimientos mineros y el levantamiento de ciertas vedas extractivas. Sin importar la decisión que tomemos al respecto lo único que debemos tener claro es que hagamos lo que hagamos con la naturaleza todo tendrá para nosotros una consecuencia más temprano que tarde.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Arte en Movimiento (Republicación del 31/05/09)

Diciembre de 2008 y como cada fin de año Valparaíso se llena con los colores de los Carnavales Culturales, tres días en los que en los espacios públicos de la ciudad se suceden muestras de danza, conciertos musicales de toda índole, obras teatrales y toda suerte de manifestación cultural y artística. El punto culmine tiene lugar el domingo previo al año nuevo con la realización del Pasacalles, un gigantesco desfile de batucadas, marionetas gigantes, compañías de teatro y danzantes, así como también juntas de vecinos y humildes agrupaciones comunales como la de la mujer de la fotografía que al igual que sus compañeras preparó por semanas su traje tan sólo para bailar algunas horas por las calles porteñas llenando de color a este puerto gris.
No entiendo porque el arte y la cultura son considerados patrimonio exclusivo de una élite, quizás porque por un fin de preservación las grandes obras artísticas han sido recluidas al interior de los museos o porque lamentablemente el costo de la literatura tiende a ser excluyente al igual que el acceso a las presentaciones de música clásica, ópera y ballet por mencionar algunas formas culturales. Pero también es un hecho que quienes forman parte del llamado “mundo del arte y la cultura” suelen mirar con ciertos aires de superioridad al común de los mortales, como si el vulgo no fuera capaz de comprender las metáforas del género lírico, indigno de descubrir los matices de la pintura contemporánea e incapaces de percibir la profundidad en los guiones del sobrevalorado cine europeo.
Nombre como los de Matta, Galeano, Benedetti, Warholl, Furosawa o Verdi deben estar vedados a las grandes masas o si no se harían populares y la élite intelectual detesta todo aquello que suene, huela o parezca masivo. Para los plebeyos están el poema 20 de Neruda, los libros de Stephen King, los conciertos gratuitos de Morricconne y los DVDs con comentarios del director de Tarantino.
Celebro que aunque sea por tres días una ciudad se llené de cultura y que a esta tengan acceso las dueñas de casas, los obreros, los estudiantes y quien quiera conocerla. Ojalá hubiera permanente acceso gratuito a las galerías de arte y salas de teatro (sé que es imposible por una cuestión de costos), se hicieran más conciertos líricos en espacios públicos y los lugares donde se almacena el patrimonio cultural dejaran de ser hostiles y grises edificios de aire victoriano (para un niño de ocho años el exterior de una biblioteca o un museo es lo más cercano que pueda haber a una mansión embrujada).
Con una mueca de dolor y repugnancia la élite cultural debe reconocer que las obras magistrales de los más grandes escritores, pintores, poetas, músicos y dramaturgos usualmente tuvieron su inicio en la sucia servilleta de un bar bohemio, entre las sábanas de un burdel clandestino o en la pequeña habitación de un edificio comunitario en medio de algún getto de inmigrantes.
El arte y la cultura son patrimonio de sus pueblos y no derecho de algunos pocos, por lo mismo deben ser celebrados en forma masiva, desbordante, carnavalesca, desenfrenada y creativa, aunque algunos lo encuentren “de pésimo gusto”.

lunes, 25 de octubre de 2010

Amor a la Mexicana

Las zonas campesinas del centro sur de Chile se encuentran fuertemente influenciadas por la cultura mexicana, prueba de ella es que en las cantinas rurales abundan las fotos de Jorge Negrete (México lindo y querido), de cada tres canciones tocadas en las radioemisoras al menos dos son corridos o rancheras, y sagradamente después del almuerzo la sobremesa se hace observando la telenovela azteca de turno, esa donde su protagonista, María Dolores es una inocente y pura muchacha que no sabe los que es el amor hasta conocer a José Emilio, un vividor y mujeriego que tras cien capítulos descubre que la muchacha es el verdadero amor de su vida, obviamente en el intertanto también descubre que sus padres no son sus padres y la joven queda ciega, recupera la vista, hereda una fortuna y demases.
El misógino actuar de José Emilio y la paciente y abnegada entrega de María Dolores parecen exagerados, ridículos, extemporáneos al punto de ser molestos, pero aún así la historia de amor saca suspiros.
En el mundo real cada día a los miembros de mi género se nos hace más difícil encontrar ese perfecto punto de equilibrio para no parecer ni un bruto cazador de la era del cromañón ni tampoco un desabrido vanguardista londinense. Quiero decir ofrecerse a pagar la cuenta puede ser visto como un gesto de galantería o como un resabio de machismo primitivo, ofrecer fuego puede ser respondido tanto con una sonrisa agradecida como con una dura mirada de “también sé usar un encendedor”.
Imaginó que para las féminas contemporáneas tampoco es fácil intentar no ser percibidas ni como una desvalida princesa medieval ni como una devora hombres post moderna.
De mis años de estudios teológicos recuerdo a un profesor de orientación familiar que me enseñó que los hombres medimos el amor en términos de admiración, ergo “ella me admira, ella me ama”, en tanto las mujeres miden el amor en términos de protección, ergo “me siento protegida, me siento amada”. Quizás por lo mismo nuestro actual error es intentar relacionarnos de igual a igual cuando en realidad tan iguales no somos, tendremos los mismos derechos y las mismas capacidades pero nuestra búsqueda es diferente.
Me da la impresión que a pesar de nuestra modernidad aún María Dolores y José Emilio nos pueden enseñar algo, mal que mal creo que toda mujer tan sólo busca un abrazo que le haga sentir que nada malo puede pasar y tengo la certeza que nosotros tan solo buscamos que nuestro abrazo provoque esa sensación en alguien.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Un Niño y Un Árbol

Creo que mi hijo es un perfecto representante de lo que son los adolescentes actuales y con ello me refiero a que es por sobre todo un muchacho absolutamente tecnologizado. No importa lo complejo o la cantidad de botones y funciones que tenga determinado aparato le basta un par de minutos para comprender a cabalidad su funcionamiento, se comunica con la mayoría de sus amistades por internet y mensajes de texto, puede pasar largas horas jugando frente al Play Station o conectado a la web en su laptop, y como si esto no ocupara buena parte de sus sentidos además sus oídos se encuentran permanentemente tapados por los audífonos de su reproductor de mp3.
Supongo que tanta tecnología es lo que ha vuelto a nuestros chicos un tanto retraídos e indiferentes, en particular a la hora de manifestar opinión o pronunciarse sobre algo en particular.
¿El domingo vamos al cine o a montar caballos?
R. Decide tú.
¿Qué quieres que prepare de cenar?
R. Me da lo mismo, cualquier cosa.
¿Prefieres que viajemos de vacaciones a la playa o a la cordillera?
R. Donde sea…. Pero el hostal tiene que tener wi fi.
Y así podría mencionar cientos de preguntas contestadas con abundancia de monosílabos e igual desidia.
Pero toda esta postura del “no estoy ni ahí” (frase popularizada por un tenista chileno que implica que todo da lo mismo) cambia por completo cuando entra en contacto con la naturaleza, como si la cercanía de la tierra, la flora y la fauna lo fueran re humanizando y los archivos digitales comenzaran a retroceder.
Nunca he visto a mi hijo más contento y feliz que cuando recogió a un pichón de pingüino abandonado en unos roqueríos, o cuando compartió su colación de marcha con un simpático zorro gris, o cuando se dedicó por horas a fotografiar a un carpintero negro en lo alto de un árbol, o cuando hemos alcanzado la cumbre de un monte, o cuando (como se ve en la imagen superior) estando en la isla de Chiloé se dedicó a trepar cada rama de este hermoso castaño de seguro soñando con construir una casa en lo alto o imaginando que se trataba de la más suprema de las aventuras.
Tengo claro que en mi rol de padre no lograría mucho escondiéndole sus juguetes tecnológicos, lo que sé es que debo continuar inyectándole periódicas y disimuladas dosis de contacto con la naturaleza disfrazadas de paseo de fin de semana y de esa forma su tierna candidez se mantendrá latente y de paso nos llenamos de momentos dignos de recordar.

sábado, 16 de octubre de 2010

Encierro

Pragmáticamente hablando la vida de esta leona en el zoológico de Quilpué resulta bastante “cómoda” por decirlo de alguna forma. Cuenta con su adecuada ración de carne sin mayores esfuerzos, sin carreras fatigosas, sin largos asechos y sin luchas territoriales, además de vacunas y medicamentos y el no tener que preocuparse mayormente por el bienestar de sus cachorros. Pero al mirarla así, meditativa, imagino que una voz en su interior constantemente le dice que algo no está bien, que debería llevar otra vida, que es capaz de mucho más. ¿Tendrá conciencia de que su sola presencia es capaz de intimidar a cualquiera de los animales que comparten su encierro en las otras jaulas del parque?
Pero si la trasladamos a las grandes planicies de la sabana africana ¿qué es lo que ocurriría? ¿se sentiría desorientada, temerosa, insegura y terminaría muriendo de hambre? ¿ sus instintos aflorarían y se convertiría en propiedad en la reina del mundo animal que en realidad es?.
Hasta hace poco me sentía un poco como esta leona, recibía un cheque a fin de mes por una suma no despreciable, conocía de sobra mi trabajo el que no implicaba ningún reto, pero algo me hacía sentir disconforme, atrapado por lo rutinario, sintiéndome capaz de mucho más y encerrado en la comodidad o el miedo a arriesgarme. Digo hasta hace poco porque ciertos cambios al interior de la empresa donde trabajaba provocaron mi alejamiento de ella y en lugar de sentirme molesto o incómodo me siento honestamente muy pero muy feliz y aunque no sé si financieramente será lo más conveniente si tengo claro que estoy en la posición donde justamente deseaba estar.
Supongo que prontamente sabré si soy capaz de cazar mi propio alimento de acuerdo a mis habilidades y así mantener mi libertad o ante la eventualidad de morir de inhalación tendré que aceptar encerrarme en un nuevo zoológico. Honestamente espero que sea la primera.

sábado, 9 de octubre de 2010

Otra de Atardeceres

La hora del atardecer es la preferida de quienes nos consideramos fotógrafos, comúnmente la llamamos la “hora azul”. La luz tenue ayuda a definir mejor los colores a diferencia del mediodía cuando el exceso de luminosidad suele quemar y deformar los blancos, además es la hora del día en la que las sombras son más extensas entregando una mayor profundidad a los objetos. Incluso en días nublados se pueden obtener excelentes tomas porque basta que la línea del horizonte se encuentre despejada para que el cielo se vista de los más increíbles colores.
He hecho incontables fotos de atardeceres, en este sitio he publicado unas cuantas pero recuerdo en particular dos: una entrada que adorné con los versos de “Pido Silencio” de Pablo Neruda y otra que consagré al “Hombre Imaginario” de Nicanor Parra. Entonces para completar esta tríada de los grandes poetas chilenos del siglo XX deseo dedicar esta a un bate más urbano y mundano y compartirles uno de sus versos más oscuros, no por ello menos bellos, que por cierto fue editado en forma póstuma y que probablemente se inspiró en su activa experiencia en la Guerra Civil española (se dice que solía pasearse con un altavoz por los frentes de Madrid y Aragón instando a las tropas franquistas a desertar) y su rol como corresponsal en la Segunda Guerra Mundial donde a pesar de ser herido en dos ocasiones igualmente de dio maña de entrar con las tropas aliadas a Berlín.
Les comparto “La Muerte que Alguien Espera” de Vicente Huidobro.

“La muerte que alguien espera
La muerte que alguien aleja
La muerte que va por el camino
La muerte que viene taciturna
La muerte que enciende las bujías
La muerte que se sienta en la montaña
La muerte que abre la ventana
La muerte que apaga los faroles
La muerte que aprieta la garganta
La muerte que cierra los riñones
La muerte que rompe la cabeza
La muerte que muerde las entrañas
La muerte que no sabe si debe cantar
La muerte que alguien entreabre
La muerte que alguien hace sonreír
La muerte que alguien hace llorar

La muerte que no puede vivir sin nosotros

La muerte que viene al galope del caballo
La muerte que llueve en grandes estampidas.”

PD: Antes de ser acusado de sexista, tengo en claro que aún le debo una publicación a Gabriela Mistral pero para ello estoy esperando tener fotos de su amado valle del Elqui.

martes, 5 de octubre de 2010

Encrucijada

Hace algún tiempo estuve varios minutos parado frente a esta señalética pensando cómo llegar a una dirección en el centro de Santiago. Sin la asistencia de googlemaps me vi obligado a pedirle ayuda a un transeúnte, luego de su explicación me di cuenta que mis dudas con respecto a por donde seguir estaban de más ya que daba lo mismo avanzar una manzana por la calle Londres y allí doblar cien metros a la derecha como avanzar una manzana por la calle Paris y allí doblar cien metros a la izquierda. Ambas opciones me llevaban al mismo lugar.
Al mirar mis años pasados debo reconocer que en alguna época me cuestioné muchísimo, al punto de ser un tanto auto flagelante, respecto de algunas encrucijadas que la vida me puso por delante: ¿Y si junto a mis padres no hubiéramos vendido determinada propiedad? ¿Y si hubiera estudiado esto en lugar de lo otro? ¿Y si no me hubiera casado tan joven? ¿Y si hubiera esperado más tiempo para ser padre? ¿Y si le hubiera dado una segunda oportunidad a mi matrimonio? ¿Y si hubiera aceptado tal trabajo? ¿Y si ni hubiera dejado este otro?
Quizás con la tranquilidad y cierta madurez que dan los años estas dudas se han aquietado porque más allá de si el camino elegido fue o no el acertado mis decisiones frente a tales encrucijadas son las que me han llevado justo al lugar donde debo estar: mi presente, mi realidad y mi destino.
Aclaro que no soy de los que creen que estamos inexorablemente predestinados para tal o cual fin, sino que creo que tomándome de las palabras de Machado “el camino se hace al andar” y por sobre todo “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Los hipotéticos destinos resultantes de haber tomado un camino distinto para mi pertenecen a algún universo paralelo que por lo demás no me interesa en lo más mínimo conocer.
Me enorgullezco de mis logros, intento aprender de mis fracasos, me arrepiento de mis errores pero no me arrepiento de los caminos elegidos.
Por cierto la propiedad la vendimos, estudie Comercio y Publicidad, me casé a los veinte años, fui padre a los veinte y dos, di mi matrimonio por terminado, no acepté algunos trabajos y renuncie a otros.

jueves, 30 de septiembre de 2010

La Chupilca del Diablo

El “Morro”, un peñón rocoso de un poco más de cien metros de alto, es el emblema de la ciudad de Arica y escenario de una de las principales batallas de la Guerra del Pacífico que enfrentó a los países hermanos de Chile y Perú a finales del siglo XIX.
Hasta 1880 Arica se encontraba bajo soberanía peruana. A principios de Junio de aquel año el ejército chileno cercó la ciudad obligando a las fuerzas defensoras a acantonarse en lo alto del morro. De acuerdo a las crónicas de la época el día 7 de Junio el Regimiento 4to de Línea efectuó el asalto final y luego de tan solo 55 minutos de iniciarse el combate las tropas chilenas lograron hacerse de la cima arriando para siempre la bandera del Perú y puedo señalar que de ser exactos los reportes lo anterior constituye toda una hazaña porque cualquier visitante vestido cómodamente y debidamente hidratado demora al menos media hora en alcanzar la cumbre, por lo que hacerlo en tan poco tiempo cargado con el equipamiento de batalla y en medio del fragor del combate justifica el orgullo del ejército nacional que hasta hoy celebra la fecha como el día de las Glorias de la Infantería.
Lo que la historia usualmente no señala, o prefiere omitir, es que los soldados del 4to de Línea y demases regimientos chilenos solían prepararse para la batalla bebiendo la “Chupilca del Diablo”, un brebaje en donde se mezclaba aguardiente destilada en los mismos cañones militares con pólvora negra y que según lo relatado en el libro “Adiós al Séptimo de Línea” sumía a los combatientes en un potentísimo estado de euforia que los hacía capaces de realizar las hazañas más impensadas aún a riesgo de sus vidas.
Prácticas como las descritas parecen no ser tan extemporáneas porque se encuentra de sobra documentado y denunciado que en las interminables guerras tribales que actualmente tienen lugar en África se obliga a los niños soldados a inhalar cocaína mezclada con pólvora para hacerlos más fieros y dispuestos a la batalla.
Pero más allá de lo ocurrido en guerras centenarias o las atrocidades de los conflictos africanos el uso de estimulantes pro resultados no se limita a los campos de batalla. Hace poco tuve ocasión de ver un reportaje a algunas de las glorias del fisiculturismo latinoamericano y cada uno de los entrevistados admitía sin culpa haber usado toda clase de anabólicos, esteroides e incluso hormonas de uso veterinario para poder conseguir un potente tono muscular. De acuerdo a lo que señalaban sin las “inyecciones” era absolutamente imposible alcanzar un nivel competitivo de rango internacional (hay que recordar que el fisiculturismo no está considerado un deporte olímpico por lo que en él no existen controles anti dopaje).
Todo lo anterior resulta extremo, vergonzoso y condenable, a fin de cuentas el fin no puede justificar los medios. Pero en nuestras sociedades modernas ¿cuántas mujeres (y hombres) se mantienen delgadas mediante el uso indiscriminado de sibutramina? ¿cuántos profesionales soportan extensas jornadas de trabajo con altos estándares de productividad mediante el consumo de efedrina o algún otro estimulante? ¿cuántos estudiantes mejoran su concentración previa a un examen mediante el uso de ravotril o algún otro ansiolítico?
Queramos reconocerlo o no vivimos en un mundo en donde el fin si justifica los medios y en donde lamentablemente estamos dispuestos a si es necesario hacer alguna trampa, no a los demás sino sobre todo a nosotros mismos, con tal de alcanzar determinadas metas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Un Alto en la Jornada

Hace unos diez años tuve la oportunidad de trabajar por algunos meses junto a José Luis, un tipo bastante simpático y bonachón que tenía la particularidad de que después de almorzar le bastaba sentarse en cualquier lugar, cruzar los brazos, cerrar los ojos y bajar la cabeza para dormirse profundamente. Luego de diez o veinte minutos despertaba y continuaba con sus labores con la energía de quien ha bebido media docena de expresos y el relajo de quien viene saliendo de un baño de tina.
Supongo que el anciano de la fotografía es similar a José Luis. De seguro para él unos minutos de sueño a media tarde son más valiosos que las mandarinas y nectarines que vende en una transitada esquina de Valparaíso.
Descanso versus productividad parece ser la disyuntiva de muchos en nuestra sociedad moderna. Pero creo que son más productivas dos horas de trabajo luego de un buen descanso que un día entero de labores sumido en el agotamiento.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hijos de la Mar

Don Alipio es todo un lobo de mar, hijo y nieto de pescadores, incluso suele mencionar que uno de sus ancestros participó en la captura de Mocha Dick, la gigantesca ballena blanca que hizo naufragar a decenas de barcas en estos lares a principios del siglo XIX y en la que se inspiró Melville para escribir su célebre novela. Sus mayores orgullos son sus dos Lucías, una es su esposa y la otra es su lancha pesquera de la cual es el patrón. Su sobrino y navegante es Ramón, sirvió en la naval por un par de años para luego estudiar en la escuela de tripulantes y trabaja con su tío sólo con el objeto de acumular las horas de navegación que un día le permitan comandar uno de los enormes pesqueros escandinavos con los que suelen toparse mar adentro.
El resto de la tripulación lo componen don Marcelo, amigo de infancia de don Alipio y ligado a este por una complicada red de compadrazgos, trabajó casi toda su vida bajo tierra en los yacimientos carboníferos y sólo se lanzó al mar como una forma de mantener a su familia cuando estos cerraron; Ramiro, un gordo enorme que cada vez que pisa tierra gasta todo lo ganado en el prostíbulo del pueblo; Leonel el “Indio”, un mapuche lafkenche de rostro áspero, mediana estatura y cuerpo fornido; Willy el “Alemán”, descendiente de los primeros colones germanos llegados a la zona quien para disgusto de su familia se unió al movimiento hippie en los setentas y tras verse sin estudios y sin heredad no tuvo otra opción que dedicarse al oficio de pescador; y finalmente Manuel, el más misterioso de todos, sencillamente apareció un día en el pueblo, nunca habla de su pasado ni de donde proviene, se rehúsa casi con violencia a desembarcar en los puertos del norte y es hábil como nadie con el cuchillo por lo que sus compañeros suponen que debe estar huyendo de algún conflicto con la ley.
Aunque diversos en sus edades, educación e intereses, forman una pequeña familia, una cofradía de camaradas que se interna por semanas a cientos de kilómetros de la costa en busca de los ansiados jureles, reinetas, róbalos y sierras. Poco importan las largas ausencias, poco importan los vientos amenazantes, poco importan las gigantescas olas, don Alipio posee una suerte de intuición que le permite predecir el mal tiempo lo que siempre los ha mantenido a salvo, aunque…
Han pasado ya cinco días desde que terminó el temporal. En el casino de pescadores de la localidad la señora Lucía, quien en tantas ocasiones había acompañado las tristes esperas de sus vecinas que de alguna forma sabía que tarde o temprano llegaría su turno de ser acompañada, sostiene un rosario en su mano derecha mientras con la izquierda abraza a Camila, la novia de Ramón con quien iba a casarse en dos meses. A su lado doña Eliana, esposa de don Marcelo, contempla desconsolada el océano preguntándose porque tantas veces su viejo salvó de los derrumbes en la mina para ahora perderse en las profundidades marinas. Tras ellas la madame del prostíbulo y dos de sus chicas cumplen con hacer presencia por el infortunado Ramiro, cabe destacar que una de las muchachas de verdad había llegado a querer al gordo. Al fondo del galpón Nora, la mujer del “Indio”, consuela a sus dos pequeños hijos, hablándoles en lengua mapuche les dice que no se preocupen porque cuando un lafkenche se pierde en las aguas su alma se une al séquito del espíritu que mora en lo profundo y este como pago siempre proveerá de alimento, buenos peces y abundancia de mariscos, a su familia por lo que de ahora en adelante ellos serán hijos de la mar. En el corredor que conduce al embarcadero dos hombres, hermanos de Willy, fuman incesantemente, por ellos las mujeres supieron que el desdichado en realidad se llamaba Wilfred Von Körtwick y entendieron porque para sus esposos era más sencillo tratarlo simplemente como el “Alemán”.
Diez minutos después que un cortés teniente de la Naval les informara que los guardacostas habían cesado la búsqueda un lujoso auto se estacionó frente al lugar. Una mujer rubia, hermosa y elegante, descendió del asiento trasero del vehículo vestida entera de negro y con uno enormes anteojos oscuros cubriendo su rostro. Las mujeres alcanzaron a oír que preguntaba al oficial por la suerte de Manuel y por fin entendieron que no era de la ley sino que de un mal de amores de lo que huía aquel misterioso hombre.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Rumbo a la Niñez

Hace algunas semanas en un programa de televisión escuche a un reconocido sibarita y somellier decir que: “los veinteañeros no beben vino porque sencillamente no saben lo que es bueno, en tanto los treintones comienzan a beberlo porque creen que es bueno, sin embargo ya en los cuarenta saboreas el vino porque de frentón ya sabes lo que es bueno”. Más allá de las consideraciones enológicas de un tiempo a esta parte he prestado particular atención a todas aquellas frases que presentan a los cuarentas como la mejor edad de la vida. De seguro debe ser porque en dos años más, a menos que los mayas tengan razón, cumpliré mi cuarta década.
Por otra parte la imagen que encabeza esta entrada, luego de ser retocada con más de un software de edición fotográfica, me recuerda aquellas viejas fotos sacadas por mi madre cuando yo era un niño y que de tanto en tanto revisito en los varios álbumes guardados en el ático sumergiéndome en los recuerdos de casi olvidados cumpleaños, paseos por la playa e interminables tardes de juego en el campo de mis abuelos.
El punto que une ambos pensamientos anteriores es que si bien estoy de acuerdo con que lo cuarentas pueden ser los mejores años por vivir, mal que mal ya se han dejado atrás buena parte de las inseguridades juveniles, se tiene una visión más centrada y equilibrada de quien realmente es uno mismo, se ha aprendido a perdonar y a perdonarse, pero a la vez aún se tiene el tiempo suficiente para enmendar el camino de ser necesario, aún hay fuerzas para subir una montaña y todavía queda mucho por descubrir; y aunque en muchos aspectos me siento más maduro, más confiado y más seguro de mi mismo, hay una parte muy en lo profundo que no quiere dejar de sentirse un niño.
No quiero dejar de silbar mientras camino con las manos en los bolsillos, no quiero dejar de dormirme sobre la alfombra cuando alguien acaricia mi cabeza, no quiero dejar de acostarme con los calcetines puestos para después sacármelos con los dedos de los pies, y por sobre todo no quiero dejar de preguntarme a cada instante ¿Por qué?

viernes, 10 de septiembre de 2010

Romanticismo (Republicación del 27/05/09)

Esta foto me recuerda el típico cuadro adornado con versos de Neruda que luego de comprarlo en alguna feria solíamos regalar a alguna novia de secundaria y que hoy, en plena época de Internet, se envían vía correo electrónico en formato Power Point.
Claro que el típico cuadro romántico a diferencia de la foto superior es protagonizado por apuestos jóvenes sacados de algún capítulo de Baywatch. Y es que nuestra iconografía contemporánea está marcada por estereotipos de cuerpos juveniles, perfectamente tonificados, de narices respingadas, cabellos rubios y piel tersa, en resumen verdaderas estatuas griegas vivientes, dejando de lado y llevando al extremo de grotesco y despreciable todo aquello que no calce con este perfecto patrón de apariencia. No se confundan, no tengo nada contra quienes cuidan de su apariencia física por el contrario lo aplaudo, en especial al considerar que la obesidad se ha vuelto una enfermedad crónica de la cultura occidental rica en comida de bajo valor nutritivo y con poco tiempo disponible para realizar actividades físicas. Pero el sano deseo de mantenerse en forma y la innegable admiración por un cuerpo atlético no nos puede volver incapaces de notar la inmensa belleza igual presente en quienes no cumplen con el 90-60-90 (mujeres) o las espaldas anchas y vientre plano (hombres), en especial porque estos “imperfectos” somos la inmensa mayoría de la población planetaria.
El aprender a encontrar la belleza en las personas comunes y corrientes nos ayuda a aceptarnos y querernos a nosotros mismos, tipos también comunes y corrientes por lo consiguiente igualmente bellos. Encontrar hermosura solo en los estereotipos de revista de modelaje nos esclaviza a intentar, quizás inútilmente, alcanzar ese supuesto grado de perfección o vivir permanentemente inconformes y avergonzados de nuestro par de kilos de más o nuestras piernas muy delgadas o nuestro busto pequeño o cualquier cosa que nos impida algún día desfilar en Milán.
Esta pareja de “gorditos” caminando al atardecer por las suaves arenas del balneario de Reñaca junto a una quizás inútil caña de pescar son una verdadera postal de romanticismo y hermosura.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La Avenida de los Colores

Una de las maravillas que se nos regala cotidianamente son los cambios de temporada, cuestión que fue magníficamente expuesta por el genio de Vivaldi en su obra “Las Cuatro Estaciones”, una de las cumbres del barroco. “Presto” para el verano, “Adagio” para el otoño, “Allegro Non Molto” para el invierno y “Allegro Vivace” para la primavera.
Si la tarea me hubiera sido encomendada, cual DJ estacional, hubiera programado “A Hard Day’s Night” de The Beatles para el verano, “Everyday Is Like a Sunday” de Morrisey para el otoño, “Uninvited” de Alanis Morissette para el invierno y “Beautiful Day” de U2 para la primavera.
Pero lo mío es la fotografía, los colores, las sombras y las imágenes. Entonces el verano se me mueve entre todos los matices del naranja hasta el rojo sandía, infinidad de atardeceres junto al mar, trigales y frutos maduros; el otoño me va entre el ocre y el dorado, la luz pálida del sol a media tarde, las hojas de los árboles mecidas por la brisa y las gotas de la primera lluvia tras los cristales; el invierno me resulta en blanco y negro, no por ello menos cautivante, la noche eterna, las nevadas cumbres de Los Andes y la furia del Pacífico azotando la costanera; pero la primavera me es completamente radiante y multicolor, niños jugando en las calles y cometas al viento, es entonces que no me resisto a levantarme temprano e ir a capturar imágenes de las coloridas casas del Cerro Alegre en el corazón de Valparaíso iluminadas por el sol matutino.

martes, 31 de agosto de 2010

El Amo del Gallinero

Lo que más recuerdo de la casa en la que viví mi infancia y adolescencia es su inmenso patio, con un frondoso parronal, dos gigantescos duraznos, una cuidada huerta y en su parte posterior un enorme gallinero atiborrado de gallinas, patos y pavos, que dejaba en evidencia la ascendencia campesina de mi madre.
Este corral era “gobernado” por un hermoso y enorme gallo negro azabache con preciosas plumas tornasol en su cola dotado de tal desplante que hacía retroceder incluso a los pavos mucho más grandes que él.
No contaba más de ocho o nueve años cuando un día mi madre me pidió, como era habitual, que fuera a buscar algunos huevos frescos al criadero. En cuanto traspuse la puerta de madera noté que el mencionado gallo no se sintió muy cómodo con mi presencia y no alcance a dar más de dos pasos cuando este se me abalanzó y dando un potente salto me prodigó una docena de patadas en uno de mis muslos. De más está decir que salí corriendo despavorido buscando el refugio en los brazos de mis padres.
Supongo que el ave en cuestión me consideró una amenaza para él o para los suyos, mal que mal iba a sacar los huevos por él fecundados, o tal vez se encontraba en época de apareamiento y deseaba impresionar a su harem, o quizás simplemente lo encontré en un mal día. De seguro su accionar elevó sus bonos al interior del gallinero pero lo que de seguro no sopesó es que en lo que a mí respecta me provocaría una fobia a las aves de corral que persiste hasta el día de hoy casi treinta años después, y que por su parte le significaría terminar un día más tarde al interior de una cacerola.
Hace un par de año tuve por jefe a un gerente que gustaba de dar muestras de autoridad llegando incluso a despedir sin miramientos y en forma arbitraria a más de alguno de mis compañeros de trabajo. Supongo que nunca sopeso las consecuencias de enviar a uno de sus subordinados a la cesantía como tampoco que los reclamos sindicales harían que al poco tiempo otro gallo con más plumas que él le haría entrega de su propia notificación de despido.
Entre el gallo de mi infancia y el accionar de don Carlos aprendí que aún siendo el amo del gallinero, e incluso teniendo la razón, las pataletas descontroladas siempre traen repercusiones.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Arte Sana

Recuerdo que hace algunos años atrás estando de viaje por un país vecino encontré en una feria unos hermosos joyeros de cuero con hermosos dibujos y con el nombre de la ciudad en la que me encontraba grabada en un costado. Considerándolo una pieza autóctona no dude un segundo en llevarlo como obsequio para mi madre que posee una extensa colección de cofres. Meses después, estando ya en casa, un día paseando por una feria artesanal encontré un puesto con al menos una docena de exactamente los mismos receptáculos, con los mismos dibujos pero grabado el nombre de Valparaíso en uno de sus lados. La situación me resulto entre cómica e indignante, en especial porque en Chile eran considerablemente más económicos, pero me sirvió mucho para tener más cuidado e informarme mejor en mis siguientes viajes.
El término artesanía es definido como el trabajo realizado en forma manual sin el auxilio de la energía mecánica, en el que cada pieza es distinta a las demás, diferenciándose así del trabajo en serie o industrial. Los angloparlantes, en ocasiones más concretos en sus acepciones, le llaman “handcraft” = oficio manual. Pero en la era de la globalización uno de los principales problemas de los artesanos es competir con los productos procedentes de procesos industriales de bajo coste manufacturados en algún país del tercer mundo, con apariencia similar pero con menor precio y calidad.
Lamentablemente al parecer esta masificación de la producción en serie no se limita a la confección de vestuario o la venta de suvenires, sino que también quiere ser impuesta sobre el actuar de las personas usando como pretexto la estandarización de los servicios.
Para muestra un botón: si se nos antoja comer una hamburguesa con papas fritas en Mc Donald’s, poco importa si nos encontramos en Londres, Buenos Aires, Moscú o Samarcanda, en todos los locales nos saludaran de la misma forma, tomarán nuestro pedido de acuerdo al mismo protocolo, nos preguntarán si deseamos agrandar nuestras papas y nuestra bebida, se tardarán lo mismo en la cocción y finalmente el sabor será exactamente el mismo. Esto también aplica para farmacias, bancos, supermercados y demases.
Lo anterior puede ser visto como algo beneficioso por algunos o sencillamente intrascendente por otros, pero ¿Dónde queda el valor de la singularidad? Y es que prefiero que la chica que me vende el café cada mañana me salude por mi nombre y de acuerdo a su estado de ánimo a que me recite un mecánico discurso aprendido de memoria y predefinido por algún analista de marketing.
Humildemente me rebelo contra el estándar, me rebelo contra la producción en serie de seres humanos, me rebelo contra un mundo de clones. Anhelo, aunque sea difícil de encontrar y un tanto más costoso de adquirir, lo hecho por las propias manos, el atendido por sus propios dueños, la conversación personalizada, en resumen anhelo encontrarme con la maravillosa singularidad de cada ser humano que se cruza en mi camino.

viernes, 20 de agosto de 2010

Carnavalesque

En una entrada previa resalté los hermosos valores y tradiciones presentes en la celebración del año nuevo del pueblo mapuche, cargado de un profundo recogimiento y en un ambiente íntimo y familiar. Pero lo anterior no excluye que también valore aquellas fiestas más bullangueras de participación masiva y popular, de hecho en el mes de Septiembre soy uno de los primeros “endieciochados”, término que en Chile ocupamos para quienes celebran profusamente las fiestas patrias conmemoradas el día dieciocho de dicho mes. De igual forma espero con ansias aquellos días que van entre la noche del treinta y uno de Diciembre y el primer fin semana de Enero donde en Valparaíso los festejos por la llegada del nuevo año se inician con un colorido espectáculo de fuegos artificiales y finalizan con la realización de los Carnavales Culturales de la ciudad.
Disfruto de todo aquello cercano a un carnaval. Creo que nuestras sociedades necesitan reírse más, bailar más, cantar más a coro y abrazarse más. Es en medio de esos ambientes de jolgorio donde las odiosas diferencias se dejan de lado y un acomodado ejecutivo puede intercambiar un trago de su Don Pérignon con la cerveza barata de un desempleado a la vez que ambos se funden en un apretado abrazo colmado de parabienes.
¡Viva la fiesta! ¡Viva la celebración! ¡Viva el carnaval!, y tomando prestada parte de la letra de la canción Fiesta de Serrat:

“Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano
Bailan y se dan la mano sin impórtales la facha.
Juntos los encuentra el sol a la sombra de un farol
Empapados en alcohol magreando a una muchacha.

Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza,
Vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal
La zorra rica al rosal y el avaro a las divisas.

Se acabó, el sol nos dice que llegó el final,
Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual.”



PD: Con la llegada de Septiembre se inician las conmemoraciones del bicentenario de nuestra República, ¡Vaya que fiesta va a ser esa!

domingo, 15 de agosto de 2010

We Tripanto

Como la mayoría de las comunidades indígenas sudamericanas los mapuches, pueblo originario que habita el sur de Chile y Argentina, celebran el solsticio invernal como el punto de partida de un nuevo año, cuestión que podría parecer a simple vista contradictoria porque la fecha marca el punto culmine en términos de las inclemencias meteorológicas y quedando aún por delante los meses más duros del invierno. Pero nuestros pueblos ancestrales no lo ven así, para ellos ya ha tenido lugar la noche más larga y de ese instante en adelante, a pesar del frío, cada día será más luminoso que el anterior.
En la cosmovisión mapuche “Antu” (el sol) hace meses inició un viaje alejándose del mundo de los hombres hasta escuchar el llamado del “Mapu” (la tierra) que tiene lugar durante el solsticio, es entonces cuando el astro rey inicia su marcha de regreso trayendo consigo al “Picúnmapu”, “Puelmapu”, “Huilmapu” y “Lafkenmapu”, los cuatro vientos, lo que hará que en las próximas semanas y meses abunden las lluvias que prepararán los campos para la siembra y luego la cercanía de Antu hará brotar semillas y frutos así como recibirá el nacimiento de corderos, potrillos y polluelos.
Pero si bien el Wetripantu, o nacimiento del nuevo sol, es en sí una fiesta el cómo se lleva a cabo dista bastante de lo que en nuestra cultura occidental consideramos como una celebración. Acá no existe el alcohol en abundancia, el confeti y la música pachanguera, sino que se trata más bien de una íntima reunión al calor del fuego con la familia y los amigos más cercanos en donde usualmente los extraños no son bienvenidos pues consideran esta una instancia sagrada. ¿Porqué se me permitió participar de la ceremonia? Supongo que un par de horas de caminata bajo una lluvia inclemente fue prueba suficiente de mi respeto por sus tradiciones, además imagino que en esas circunstancias se les hacía difícil enviarme de vuelta por el mismo camino.
Adentrada la noche la comunidad se reúne al interior de la “Ruka”, vivienda tradicional hecha de madera y techada con paja, todos rodean el fogón central mientras se bebe yerba mate en abundancia acompañado de tortillas de harina y carne ahumada. En una organización netamente patriarcal le corresponde al lonko, el más anciano y líder del clan, revivir uno a uno los relatos aprendidos de sus ancestros donde se narra la cosmovisión de su pueblo, el significado de sus nombres y apellidos, las hazañas de sus héroes, además de discutir los desafíos de los tiempos modernos, todo ello seguido ávidamente por los más jóvenes y en especial por los niños, y es que el Wetripantu consiste por sobre todo en traspasar sus saberes a las nuevas generaciones.
Poco antes del alba la comunidad hace sonar sus instrumentos y grita celebrando la llegada del nuevo sol, luego danza en círculos alrededor del Rehue (el tótem familiar) al compás del Kultrún, su tambor ceremonial, para después agradecer a los cuatro vientos y elevar plegarias pidiendo las bendiciones de Chau Ngüenechen, el dios creador y protector del pueblo mapuche. Finalmente todos marchan hacia el curso de agua más próximo donde lavan profusamente su cuerpo despojándose así de las enfermedades y energías negativas del año que termina a la vez que renuevan su “Newen” (fuerza).
Esta foto quizás represente en propiedad lo que es el Wetripantu: el fogón en torno al cual se reúne la familia, el tambor ceremonial que dirige sus danzas, y un niño mapuche aprendiendo las hermosas historias contadas por su abuelo.

martes, 10 de agosto de 2010

Paradigma

De tanto en tanto las guías de autoayuda, los libros de marketing o los seminarios de administración de recursos humanos ponen de moda alguna palabra o término, siempre algo rebuscado, que a poco andar comienza a ser usado por medio mundo incluso sin conocer a cabalidad su significado. Entre las destacadas de los últimos años están: reingeniería, inteligencia emocional, resiliscencia, proactividad, empoderamiento, por nombrar algunas. Una de los que encuentro notable es el archi usado y un tanto abstracto término “paradigma”.
Según la psicología un paradigma es “una idea, pensamiento o creencias que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis”. Excelente definición pero sigue siendo un tanto difícil de entender. Pasó bastante tiempo hasta que un conocido pudo explicarme con un ejemplo concreto que era en realidad un paradigma y es aquí donde el protagonista de la fotografía pasa a ser relevante.
La técnica usada para domesticar y entrenar a los elefantes puede resultar a simple vista un tanto tragicómica. Cuando estos son pequeños y apenas han sido destetados de sus madres los adiestradores atan una de sus patas con una gruesa cadena de hierro anclada en un poste de acero enterrado en concreto. En los siguientes días, semanas y meses el elefantillo intenta repetida e inútilmente liberar su pata hasta que en algún momento termina por aceptar que aquello es imposible. Desde ese instante en adelante para controlar al animal al adiestrador le basta sujetar una de sus patas con una sencilla y delgada cuerda atada a una pequeña estaca de madera. El elefante nunca alcanza a comprender que sus fuerzas han aumentado y que con tan solo un movimiento podría liberarse de sus ataduras, él solo entiende que una de sus patas se encuentra atada y que no importa lo que haga nunca podrá liberarla. El animal se encuentra preso de un paradigma.
Me he dado al trabajo de tomar conciencia de cuáles son mis paradigmas en la esperanza de que una vez que los tenga identificados pueda romper con ellos. Quizás en la vida no existen los límites.

jueves, 5 de agosto de 2010

De Cara al Sol

Me he dado cuenta que siempre he vivido mirando al oriente, quiero con esto decir que al igual que en la casona de la fotografía, ubicada en el Cerro Alegre de Valparaíso, la puerta principal y los ventanales de mi hogar apuntan hacia el lugar donde sale el sol. Igual cosa ocurría con la casa que perteneció a mis padres y no es cuestión que mi familia siga metódicamente los principios del feng shui o algo por el estilo sino que ha sido más bien fruto de la casualidad.
El punto es que toda mi vida cada mañana luego de correr las cortinas he visto el sol entrar con fuerza por las ventanas y adueñarse de cada rincón de mi hogar. No concibo un desayuno sin luz como tampoco salir por la mañana sin que esta me encandile. En mi pequeño orden cósmico el sol parte por iluminar los rosales del jardín y se esconde sumiendo en las sombras el patio trasero.
Que distinto ha sido entonces el diario vivir de mis vecinos al otro lado de la calle, para ellos el sol nace a sus espaldas y se oculta frente a su puerta.
Quizás todo lo anterior sea en verdad algo intrascendente, pero como en esta ¿en cuántas otras cosas puede ser diferente la vida a tan solo diez metros de distancia?

sábado, 31 de julio de 2010

Experiencia Sanadora

Hace algunos días conversaba con un sicólogo sobre diferentes actividades, deportes, hobbies y demases que ayudan a controlar y disminuir nuestros crecientes niveles de estrés. En algún punto de la conversación tocamos el tópico de la fe y mi contertulio me comentó que en su opinión profesional la religión podía resultar en sí misma como una experiencia terapéutica y sanadora.
Comparando la religión con un tratamiento médico muchos elementos actúan de igual manera. En ambos casos, y quizás por razones genéticas, hay personas que reaccionan en forma positiva obteniendo positivos resultados y hay otras que son sencillamente inmunes a ciertas terapias (sean medicinales o religiosas). Creo también que tal cual como ocurre con los fármacos luego de sus uso sostenido para ciertos individuos la religión termina volviéndose adictiva y para otros, entre los que me incluyo, deja de producir cualquier efecto.
Un amigo cercan ha sufrido por años de insomnio crónico, en alguna época logró palearlo con el uso de valium pero de un tiempo a esta parte su cuerpo se ha acostumbrado de tal forma al somnífero que no provoca ningún resultado.
De la misma forma que supongo mi amigo extraña esas noches en que un par de pastillas lo sumía en el más exquisito de los sueños, no puedo negar que en cierta manera extraño aquella época en la que todo se aliviaba con un rezo, las más complicadas respuestas se encontraban en la lectura de algunos versículos y el sermón del domingo me resultaba vitalizante y conmovedor, pero todo ello ahora me resulta en extremo lejano, casi como si perteneciera a otra vida, y aunque en alguna ocasión lo intenté, para bien o para mal, sencillamente ya no funciona conmigo.

domingo, 25 de julio de 2010

Tejedores

En Noviembre del año 2005 la UNESCO declaró al arte textil de la Isla Taquile como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad”, e incluso algunos especialistas en el tema han llegado a definir a los taquileños como los mejores tejedores del mundo.
Para sus confecciones utilizan lana de llama, alpaca y oveja además de plantas y piedras para otorgar el colorido en una actividad que aprenden desde sus primeros años y que forma parte de cada instante de sus vidas por lo mismo no es raro ver a los hombres tejiendo con sus palillos mientras caminan o participan de una reunión social, en tanto las mujeres pasan el mayor tiempo posible frente a sus telares.
En un pueblo de diestros tejedores no es extraño que sus prendas de vestir alcancen un significado que va mucho más allá de sencillamente arroparse. Es así como los colores usados y los bordados en las prendas definen el rol desempeñado por cada individuo en su compleja organización social, Más interesante aún es que la forma y color de los pompones con que los varones adornan sus sombreros y las mujeres sus faldas indican si se encuentra solteros, solteros en busca de pareja, comprometidos en matrimonio, casados, casados pero distanciado de su cónyuge o viudos. Además a la faja que todos y cada uno lleva en su cintura continuamente se le agregan bordados que representan los acontecimientos importantes en sus vidas, de esta forma matrimonios, nacimientos de hijos, cosechas abundantes, años difíciles y la muerte de algún cercano se encuentran impresos en un verdadero diario de vida que puede ser leído por cualquiera que entienda su simbología.
Como los taquileños confeccionan personalmente cada una de sus prendas imagínense la importancia emocional que ello conlleva, quiero decir ¡con que ilusión una jovencita dispondrá en sus faldas los pompones de colores con los que demostrará que se encuentra en busca de pareja!, ¡con que alegría un joven padre adornará su faja con las señas del nacimiento de su primer hijo! o ¡con que tristeza una mujer bordara en su pañuelo los dibujos que den cuenta de su viudez!.
Mientras en Taquile sus habitantes pasan largas y meditadas horas escribiendo su historia y definiendo sus estados sentimentales para buena parte del resto del mundo especificar si somos completamente solteros o estamos en una relación, así como muchos otros detalles de nuestra vida, se limita a simplemente elegir una casilla dentro de las opciones de nuestro perfil de facebook.

martes, 20 de julio de 2010

Introspectiva Urbana (Republicación del 25/05/09)

No se equivoquen, no es una fontana italiana, los árboles de fondo no pertenecen a Central Park, no es el portal de acceso a una paseo parisino, es la Terraza Neptuno en pleno Cerro Santa Lucía a metros del centro de Santiago, contaminada capital de Chile.
Para la época de vacaciones estivales y cualquier concentración de tres o más días festivos los santiaguinos se dividen en tres marcados grupos: los ABC1, nombre dado de acuerdo al marketing al estrato económicamente acomodado, que parten raudos al aeropuerto para continuar rumbo a cualquier destino exótico; los C2C3, la clase media, que inundan con sus vehículos las carreteras ansiosos por llegar a alguna playa deshabitada o lago perdido entre las montañas; y lo D/E, sector menos pudiente de la población, que maldicen el no compartir la suerte de los otros. A pesar de las marcadas diferencias de poder adquisitivo estos tres grupos tienen algo en común: sus ganas de marcharse de una ciudad a la que apenas conocen. No me mal interpreten, al igual que la mayoría anhelo la llegada de las vacaciones para viajar a algún lugar hasta entonces desconocido y no encuentro nada más desintoxicante que una escapada de fin de semana lejos de lo cotidiano. Pero es una realidad que usualmente vivimos mirando otros horizontes convencidos de que el pasto crece mejor en el patio del vecino y no nos damos el tiempo de conocer y valorar la riqueza humana, cultural y arquitectónica de nuestras aparentemente poco interesantes ciudades.Puedo decir por experiencia propia que redescubrir y reenamorarnos del lugar donde vivimos es una experiencia enriquecedora y fascinante. Basta sólo cambiar la disposición mental, por decirlo de alguna forma mover el switch de modo transeúnte a modo turista, para que esos lugares cotidianos y recurrentes adquieran una nueva significancia y hermosura, encontrar calles que no conocíamos, levantar un poco la vista y ver la riqueza arquitectónica de balcones o cornisas, y así entender que vivimos en ciudades cargadas de los problemas típicos de la urbanidad contemporánea pero a la vez rebosantes de una belleza enorme.

jueves, 15 de julio de 2010

Picardía

El baile existe desde antes de la invención de la escritura, quizás incluso antes del descubrimiento del fuego o la creación del leguaje. En la actualidad contamos danzas artísticas, religiosas, ceremoniales o simplemente festivas. Bailamos cuando estamos contentos y también cuando queremos conquistar, y es que en su más pura esencia y en todas las culturas el baile ha sido un juego de seducción.
Así es la “cueca”, la danza nacional de los chilenos, un juego de seducción, quizás no tan elegante como el tango o tan cadenciosa como la salsa, pero comparte un mismo fin agradar, conquistar y enamorar.
Nació a finales de la colonia e inicios de la república en las chimbas, los barrios populares de Santiago, como una respuesta a los bailes de salón de las clases acomodadas. Aunque sería difícil de explicar sus movimientos coreográficos a quienes nunca la han visto basta con decir que en su esencia busca imitar el cortejo de las aves de corral, en especial del gallo y la gallina. El hombre da círculos alrededor de su pareja enarbolando su pañuelo al viento, acercándose en forma sorpresiva para luego alejarse haciendo gala de sus dotes de bailarín y su elegancia, ya hacia el punto culmine da muestras de su virilidad zapateando fuertemente el suelo y corriendo a ofrecer el brazo a su compañera. En el caso de la mujer, que en la cueca recibe el nombre de “china” esta tan solo se dedica a ser cortejada, se mueve cadenciosamente en un punto central, oculta su rostro con su pañuelo, esquiva las embestidas de su pareja pero nunca rehúye su mirada, sus ojos siempre están puestos en su acompañante indicándoles con ellos si se siente realmente halagada. Esto es lo que en Chile llamamos mirada pícara, esos cautivantes ojos que necesitas descifrar, que pueden estar dando su aprobación a la más alocada pasión o tan solo aceptando una breve conversación una vez acabado el baile, allí se encuentra la esencia del baile, más allá de la precisión en la coreografía o las habilidades del danzante, en ojos llenos de picardía.
La historia finaliza cuando llegados los acordes finales la “china” corre grácilmente a tomar el brazo de su pretendiente y le saludo con una sutil reverencia.
Una de las cosas que más me cautiva de la cueca es que es el más democrático de los bailes, tan solo se necesitan las ganas, un pañuelo y una mujer a la que agradar.