sábado, 28 de enero de 2012

Paisajes Mínimos

En ocasiones la naturaleza nos enseña que un mínimo de elementos puede constituir un paisaje… Supongo que esto aplica para todos los ámbitos de la vida.

lunes, 16 de enero de 2012

Paisajes Privados

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de tomar algunas fotografías en el campus de una prestigiosa universidad nacional. Entre muchas otras cosas me llamó la atención sus hermosas áreas verdes y el cuidado trabajo de paisajismo hecho en el lugar; y es que a simple vista se nota que los administradores del lugar tienen más que claro que para el adecuado desarrollo académico no basta con salones de estudio, laboratorios y bibliotecas sino también un entorno adecuado.
Al caminar entre esos prados y lagunas no podía dejar de pensar en lo “civilizada” que era dicha comunidad de estudiantes, pero la verdadera razón de tan cuidado paisaje la descubrí avanzada la tarde cuando un verdadero ejército de jardineros y aseadores literalmente invadió el lugar.
Al día siguiente visité los Saltos del Laja, la más conocida cascada de nuestro país, un lugar profundamente ligado a mis recuerdos de infancia porque mis padres solían veranear en sus cercanías así que puedo decir que es un sitio que conozco como la palma de mi mano o al menos eso creía.
Mientras deambulaba entre los puestos de suvenires propios de todo destino turístico encontré una fotografía con una vista aérea del lugar y por un momento quedé casi petrificado al descubrir que la cascada era en realidad un conjunto de saltos que se sucedían entre los bosques. Inmediatamente comencé a averiguar cómo podía acceder a las demás caídas de agua y ahí mi sorpresa se transformó en indignación cuando me enteré que los saltos menores, por lo demás bastante más bellos que el principal, solo podías ser vistos desde un terreno privado propiedad de un complejo hotelero.
¿Cómo es posible que alguien se adueñe de nuestro patrimonio visual? ¿Cómo puede ser que el acceso a ciertas bellezas naturales sea condicionado por el poder adquisitivo de cada cual?
Estos y muchos otros indignados cuestionamientos pasaron por mi mente en los instantes siguientes hasta que al acercarme al borde de los Saltos de “acceso público” vi esa rivera llena de latas de cervezas, huesos de pollo y papel higiénico.
Definitivamente en aquellos sitios donde no se puede contar con un ejército de aseadores tan solo la lejanía, como en el caso de los Parques Nacionales, o los cobros excluyentes parecen poder mantenerlos a salvo de nosotros mismos.
Lamentable pero cierto.

domingo, 8 de enero de 2012

El Funicular y sus Leyes

Uno de los principales atractivos turísticos y patrimoniales de Valparaíso son sus numerosos ascensores, aunque estos en realidad son funiculares y tampoco son tan numerosos porque la gran mayoría no se encuentran operativos.
Los primeros diseños parecían sencillos: dos carros que corren sobre un riel en una pendiente unidos por un cable a través de una polea y que aparentemente necesitarían una mínima cuota de energía para funcionar ya que mientras un carro desciende por efecto de la gravedad va jalando al que asciende y este a su vez va frenando la caída del primero, sin embargo muchas modificaciones debieron hacerse hasta que el primer funicular entrara en funcionamiento en el año 1862 en Lyon, Francia.

Siempre son más los que desean subir que los que desean bajar.
Para que el principio de acción por gravedad operara era indispensable que el peso de los carros, pasajeros incluidos, tuviera cierta relación. El problema es que cuando nos encontramos a los pies de una empinada colina usualmente estamos dispuestos a pagar para que nos lleven a la cima, sin embargo cuando estamos en la parte superior no es una mala opción descender caminando y así ahorramos dinero y hacer ejercicio.
Como usualmente los carros subían llenos y bajaban casi vacíos los ingenieros agregaron maquinas a vapor, luego motores diesel y actualmente eléctricos, que movieran la gigantesca polea por la que pasan los cables de acero.
En nuestro moderno mundo laboral pasa algo parecido. Hablamos de competitividad y de opciones de progreso pero la mayoría de nuestras empresas y organizaciones tienen estructuras tan piramidales que hacen que siempre sean más los deseosos de un ascenso que los puestos para ellos y lo mismo ha llevado a una verdadera antropofagia laboral donde debes ser mejor que tus pares cosa de ser la primera opción cuando se abran las puertas de la oportunidad, debes ponerle el pie encima a tus subalternos no sea cosa que se te igualen y en cuanto puedas debes aventar pirámide abajo a alguno de tus superiores para que así haya un puesto vacante.

La distancia altera la percepción de los tamaños.
Esto no necesito explicarlo, cuando estamos en la cima de la colina vemos pequeñísimos a los sujetos que esperan el funicular en la parte baja y viceversa, tan solo cuando ambos carros se encuentran a mitad de recorrido nos damos cuenta de las verdaderas dimensiones de quienes suben o bajan.
Quienes están en la parte baja de la pirámide laboral tienen la sensación de sus superiores ganan mucho más dinero que ellos por no hacer nada y que ellos podrían hacer mucho mejor ese trabajo, y a su vez los “jefes” usualmente tienen la idea de que sus subordinados constantemente fallan tanto en eficacia como eficiencia, y esta sensación obviamente se acentúa a mayor distancia.
Años atrás trabajé en uno de estos gigantescos holding del retail y sobre mi tenía un jefe de departamento quien le reportaba a un gerente de línea y este a su vez a un gerente de tienda y este sucesivamente a un gerente zonal, gerente comercial, gerente general de marca, gerente corporativo de retail, director comercial, vicepresidente ejecutivo hasta llegar a dios, osea al presidente y accionista mayoritario. Claramente desde nuestro puesto nunca logramos entender cuál era la función específica de cada uno de esos rimbombantes cargos y a su vez la plana ejecutiva no tenía idea de nuestra existencia.

Sin duda así como la época en que tranvías y funiculares eran los medios de transporte masivos ha quedado atrás, también lo han hecho aquellos tiempos en los que un Henry Ford conocía a cada uno de sus trabajadores y en estos años de globalización y empresas transnacionales seguramente para muchos de nosotros la máxima autoridad de la compañía en la que trabajamos tendrá sus oficinas en otra ciudad, otro país e incluso otro continente, pero el desafío es encontrar la forma de en medio de esta realidad acortar las distancias y dar cabida a las oportunidades no solo por un tema de sana convivencia sino porque, aunque algunos se nieguen a reconocerlo, el principal activo de una compañía siempre será su capital humano.