sábado, 28 de abril de 2012

Brighton


El Brighton es un conocido hotel y café del Cerro Concepción en Valparaíso. Su nombre no es antojadizo ya que es una antigua casona de estilo victoriano emplazada en el barrio los inmigrantes, antiguo centro neurálgico de las actividades de la colonia ingresa en el puerto, por lo mismo no es extraño que se encuentre rodeado de las calles Templeman, Schmidt, o Dimalow por mencionar algunas. 
Su principal atractivo como café es, paradojalmente, sus variedades de té siempre servido en finas teteras de porcelana y su principal atractivo en lo arquitectónico es estar enclavado al borde de una colina lo que hace que sus terrazas parecieran estar colgando sobre el vacío, obteniendo de paso una de las mejores vistas de la ciudad. 

He ido al Brighton solo, porque un té verde contemplando el atardecer siempre ayuda a ordenar las ideas; he ido al Brighton en compañía de mis amigos, porque el lugar invita a la conversación distendida y además se encuentra cerca de los centros de la bohemia porteña; he ido al Brighton en plan de conquista, porque el sitio es de por si romántico y seductor, ideal para iniciar o terminar una caminata por uno de los barrios más antiguo y pintoresco de la ciudad donde se suceden miradores, galerías de arte y pequeños bistró; pero por sobre todo he ido a pasar tiempo junto a mi familia. Almorzar en algún restaurant y terminar tomando un té en sus terrazas se ha convertido en una suerte de tradición dominguera, y es que me encanta ver a mi viejita saboreando un pastel de bizcocho con la comisura de los labios untada en café con leche, ver a mi hijo juguetear con los gatos que deambulan entre las mesas mientras bebe su cortado entre risas e incluso con su madre, de quien estoy separado hace ya una década, paso momentos agradables conversando y recordando a los amigos en común. 
Mi padre no era mucho de salir a comer fuera, quizás porque en sus veinte años de trabajo como marino mercante cenó más veces en algún restaurant de Kobe, Buenos Aires o San Diego que en casa, por lo mismo supongo que me correspondió a mi saldar esa deuda con mi madre. 
La última vez que fuimos en familia mi hijo me hizo algunos comentarios sobre el lugar y algunos sitios cercanos que me evidenciaron que mi retoño también es habitué de dicho café en compañía de sus amigos y quizás de sus amores. 
No voy a negar que me provoca una tremenda chocheria ver que mi hijo herede ciertos gustos y tradiciones. Y aunque tajantemente no me trato de proyectar en él, es satisfactorio saber que decidió tomar para sí algunas de mis pasiones. 
Me sonreí al imaginarlo subiendo por calle Cumming para tomar el ascensor Reina Victoria y luego pasar minutos disfrutando la vista desde lo alto del paseo Dimalow, explicándole a sus amigos porque se levantó el cementerio de disidentes, mostrándoles el taller de curtiembre que atiende un anciano señor que no para de fumar habanos en la calle Lautaro Rosas o las orfebrerías en lo alto de Almirante Montt. Paseando en medio de los vericuetos que se desprenden de Templeman hasta llegar al paseo Gervasoni donde en un puesto de artesanos se vende poleras con los logos “Patagonia sin represes”, “Educación gratis ahora” o “Apaga la tele y vive la vida”, las mismas que siempre me pide le compre. 
Me lo imaginé en veinte años más caminando lentamente por Abtao, entrando a cada una de las galerías de arte no solo por lo que en ellas se exhibe sino para aprovechar de tomar fotografías de la bahía desde sus bien ubicados balcones, hasta finalmente llegar al paseo Atkinson y como una ceremonia de fin de jornada compartir una charla amena con su familia en la terraza del Brighton y, por qué no, aprovechar de invitarle a su viejo un buen té inglés.

jueves, 26 de abril de 2012

Puertas Nocturnas


Reviso varias veces la dirección antes de golpear la puerta, nunca estuvo seguro de asistir a esa entrevista Santiago, tampoco lo estuvo de hospedarse en la casa de la tía de su amigo. 
Rodríguez 747, definitivamente era la calle y el número correcto. 
La puerta se entreabrió, Miguel se demoró en entrar y al cruzar el umbral escuchó pasos avanzar en su dirección por el amplio pasillo hasta que apareció una mujer robusta de ya varias décadas las que inútilmente trataba de ocultar. 
- Es usted la tía del Javier – pregunto tímidamente y con esfuerzo. 
- Yo soy la tía del Javier, del Luis, del Pedro y de quien quiera - dijo la mujer entre risas – mijito pa’que usted sepa yo soy la tía de la mayoría de los que vienen de su pueblo. 
Le ofreció pasar al salón a comer algo pero el muchacho optó por pasar directo a la habitación. 
Ya en el pequeño dormitorio se dio inmediatamente una ducha y luego se arrojó con la toalla amarrada a su cintura sobre la cama notando que en el velador se disponían un suculento sándwich de queso y carne junto a una botella de vino descorchada. No lo dudó un segundo, el hambre podía más que su timidez. 
Acababa de zamparse el emparedado y se disponía a finalizar la tercera copa de vino cuando de improviso una joven y hermosa joven irrumpió en la habitación. Sin mayores presentaciones la muchacha se sentó al lado de la cama. 
-Dese vuelta que de seguro debió haber tenido un día agotador- 
Miguel más motivado por su timidez y la incapacidad de negarse a algo obedeció al instante, casi sin saber lo que hacía y preocupado tan solo de que la toalla no descubriera sus partes pudendas. Quizás un minuto después sintió todo el peso de la joven sobre sus ancas, luego un liquido tibio en su espalda y finalmente las manos de la joven prodigándole un masaje como nunca nadie antes lo había hecho. 
¿Cuánto rato transcurrió? Miguel nunca lo supo, estaba absorto en la sensación cada vez más relajante que provocaban las manos diestras de la mozuela. 
Pasado un rato la chica lo giró amablemente y continúo masajeando ahora el torso del muchacho. Miguel en ese momento notó que su inesperada visita se encontraba completamente desnuda y cerró los ojos con fuerza, como quien contempla una escena horrorosa, mientras un inmenso temor lo recorría de pies a cabeza. 
Esa debía ser la prima de Javier famosa por su fama de casquivana, pensaba mientras se esforzaba por mantener los ojos cerrados; imaginaba que la madre de la chica entraba en la habitación e indignada lo arrojaba a las calles de Santiago tan solo con una toalla a la cintura; pensaba que viajar a esa entrevista de trabajo en ferrocarriles había sido una estupidez; pensaba en los senos de la joven, redondos y blancos como la porcelana, coronados por hermosos y rosados pezones; pensaba en que debía armarse de valor y exigirle a la muchacha que terminará con esa locura. 
Pensaba en una y mil cosas, paralizado por el temor, hasta que sin previo aviso la boca de la chica comenzó a jugar con la virilidad de Miguel y en ese momento algo explotó dentro de él. Se despojó de toda su timidez, perdió el temor a ser sorprendido, y poseído por un fuego hasta entonces para él desconocido se abalanzó sobre la mujer y la hizo suya una y otra vez hasta que ya muy avanzada la noche el cansancio y la satisfacción los arrojó rendidos sobre las sábanas. 
El sol ya entraba con fuerza por la pequeña ventana cuando despertó. El olor de su ocasional compañera aún inundaba el lugar. Sin todavía razonar sobre lo que había ocurrido la noche anterior tomó su reloj y se dio cuenta que estaba apenas a tiempo para alcanzar el bus que lo llevaría de regreso a San Clemente. 
Se vistió presuroso y bajo rápidamente por las escaleras. Al pie de ellas se topo de sopetón con la dueña de casa. 
-Se va tan rápido, ¿qué acaso vio alguna mala cara?- dijo la mujer mirándolo de reojo 
-Le agradezco su hospitalidad pero si no me marcho en seguida voy a perder el bus para el que tengo boletos – contestó algo ruborizado preguntándose si la tía sospechaba algo de lo ocurrido – ¿le debo algo por su hospitalidad? – preguntó más bien por cortesía porque la realidad era que en sus bolsillos no tenía dinero ni para hacer cantar a un ciego. 
- No se preocupe, vaya tranquilo, la gente con la que se reunió en Santiago pago todos sus gastos – fue la respuesta. 
Miguel salió presuroso rumbo al terminal pero sin dejar de preguntarse cómo los funcionarios de ferrocarriles supieron donde iba a pasar la noche. 

A esa misma hora en una lejana población de Santiago una anciana intentaba comunicarse con su sobrino en San Clemente para saber que había ocurrido con el amigo que se hospedaría en su casa; en tanto en una lujosa clínica del centro de la ciudad un grupo de personas visitaba a un importante empresario sureño que la noche anterior había sido asaltado cuando se dirigía a un prostíbulo; mientras en una oficina del municipio dos empleados conversan sobre lo complicado que es el que tantas calles lleven el apellido Rodríguez.

sábado, 21 de abril de 2012

Guardas del Camino


Dicen que el desierto es lugar de fantasmas y espíritus. La sangre derramada prematura y violentamente en las arenas esclaviza el alma de los difuntos obligándola a permanecer en el lugar hasta que se cumpla el tiempo en el que estaba sentenciada su muerte por causas naturales. 
Por las noches las ánimas se congregan y hacen sus festejos en los también fantasmales salones de las oficinas salitreras abandonadas hace décadas para regresar durante el día, en espera de recibir ofrendas de aquellos por quienes han intercedido en el mundo espiritual, a los cenotafios que algún lejano día construyeron sus deudos. 
Aquellos que gozan de un buen nivel de influencias en las esferas celestiales mantienen sus capillas repletas de velas, flores, banderas, placas de automóviles, cigarrillos y botellas de licor. En tanto los que no han sabido hacerse de contactos entre santos y ángeles deben conformarse con añosas flores de papel cubiertas por el polvo y desgastadas por el viento. 

 En pleno desierto de Atacama, en los casi veinte kilómetros de carretera que unen la Ruta 5 Norte con la ciudad de Iquique se levantan casi un centenar de animitas que recuerdan a quienes han muerto allí en trágicos accidentes de tránsito.

martes, 17 de abril de 2012

Pirovich


Descubrí la música de Congreso siendo un adolescente a mediados de los ochenta, en esa época la banda estaba vetada de la televisión y las radios por orden de la dictadura así que las cintas con sus canciones eran una suerte de tesoro al que solo podíamos tener acceso si nos la compartía algún hermano mayor que estudiara en las combativas universidades de Playa Ancha y/o Valparaíso. 
Tiempo más tarde y ya recuperada la democracia, en los años en los que me dediqué a estudiar música pude palpar que los integrantes de Congreso era objeto de culto para los mismos músicos a los que yo rendía culto, al punto que tan solo ser discípulo del discípulo del discípulo de uno de los miembros de la agrupación era suficiente para obtener una suerte de unción divina en términos musicales. 
En un mundo donde predominan los egos la gran mayoría de las bandas consulares de nuestra música nacional, desde Los Ángeles Negros a Los Tres, se han separado momentánea o definitivamente porque no han podido convivir con ellos mismos. Vocalistas que deciden lanzar carreras solistas para no tener que compartir los méritos y los réditos con otros, guitarristas que lanzan proyectos independientes para alcanzar el protagonismo que en la banda original no tienen, peleas por derechos de autor, peleas por la propiedad del nombre del grupo y un largo etcétera que demuestra que quizás puede ser grato pero no es fácil vivir recibiendo las alabanzas y el fanatismo de otros. 
Quizás por lo mismo siempre me llamó la atención la actitud de Hugo Pirovich, sin dudas el mejor instrumentista en flauta traversa de nuestro país y miembro fundador de Congreso, completamente alejado del divismo y con una sencillez admirable. Nunca ha objetado su rol “secundario” en la banda detrás del liderazgo de Pancho Sazo, nunca ha gritado a los cuatro vientos que la mayoría de los temas son composiciones de él y Tilo González. 
 Quizás esa sencillez se deba a que en sus largos años como profesor en la facultad de música de la Universidad de Valparaíso su trabajo fue en esencia enseñar a otros a ser mejores que él. 
Hace algunas semanas le leía una entrevista donde en lo medular señalaba “si somos de barro no optemos a ser de vidrio antes de ser el mejor barro, y cuando seamos de vidrio no optemos a ser de cristal sin ser el mejor vidrio…”, yo creo que Pirovich, Sazo, González, Atenas y compañía son del más puro y fino cristal pero con la actitud del más humilde y simple barro.

sábado, 14 de abril de 2012

Verde


Color difícil de encontrar en su estado puro; expuesto al frio tiende a volverse azuloso, frente al calor se quema en tonos ocres y no hablo solo de cromatismo. Extraño de hallar limpio de polvo de cemento, hollín y luces contaminantes. Pero en algunos escondrijos, oculto del mundo a cubierto de miradas y manos dañinas, al igual que los también verdes duendes, permanece a la espera de volver a inundarlo todo.

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Me Tomas Una Foto? (Republicación del 30/06/09)


Febrero de 2008, junto a mi hijo adolescente caminábamos por un angosto sendero altiplánico rumbo a alguna ruina prehispánica cuando esta niña se cruza en nuestro camino y con voz dulce me dice “¿Me tomas una foto?”, como es obvio suponer inmediatamente la enfoque con mi cámara y apreté el obturador. Acto seguido cambió su dulzura por un tono enérgico y me dijo “Ahora págame”. Más sorprendido que molesto hice el ademan de borrar la fotografía (cuestión que como se darán cuenta no hice realmente y que ha sido un permanente cargo de conciencia desde entonces) y retomé mi rumbo. 
El altiplano sudamericano es una extensa meseta de altura, similar al Tíbet, en medio de la Cordillera de Los Andes que es compartida por Perú, Bolivia, Chile y el Noroeste de Argentina. Sus grupos étnicos son principalmente quechuas y aymaras, pero más allá del país o población originaria en cuestión no importa si uno se encuentra en la Quebrada de Humahuaca, San Pedro de Atacama, el Lago Titicaca o el Cañón del Colca, dos elementos están siempre presentes: el inmenso flujo turístico mayoritariamente europeo y la presencia de niños de corta edad a los costados de los caminos ofreciendo de todo cuanto hay, cuanto se amerite y cuanto se necesite. Basta la presencia de alguien de tez clara vestido con chaquetas Columbia y cámara fotográfica en mano para que un niño se acerqué vendiendo toda clase de suvenir, si el calor es agobiante cambiará la oferta por agua embotellada, si el clima cambia y es inminente una lluvia sacará de algún lado una capa de plástico impermeable a módico precio, si el mal de altura ha hecho estragos en el visitante ofrecerá las insuperables hojas de coca o muña (mucho mejor esta última), si nada de eso resulta ofrecerá oficiar de guía turístico o entonar alguna canción propia del folklore de la zona. No importa la barrera idiomática estos pequeños son capaces de ofrecer sus productos en español, portugués, inglés y francés, y no es ninguna exageración pues lo vi con mis propios ojos. 
En cierta ocasión mientras bebía una cerveza en la terraza de un local en Bolivia intentando inútilmente desentenderme de los requerimientos comerciales del enjambre de niños del lugar, noté que un francés también turista se negaba cortes pero tajantemente a cada oferta mientras yo ya acumulaba media docena de pulseras artesanales. Bastaron algunos minutos de conversación para entender que su postura no era apatía o que no estuviera interesado en conservar algún recuerdo de su viaje, sencillamente por nada del mundo le compraría algo a un menor de edad porque en su visión aquello sólo fomentaba el trabajo infantil por inocente que pareciera. 
Esa conversación cambió mi perspectiva de muchas cosas. Indudablemente también me opongo a la explotación de los menores pero no me había dado cuenta que cada sol peruano o peso boliviano del que distraídamente me desprendí tan solo ayudaba a que estos pequeños fueran enviados por sus padres a ofrecer sus productos a los turistas en lugar de estar en una escuela aprendiendo o jugando en sus casas como cualquier niño de ocho años debería estar haciendo. 
Muchas veces la ternura nos engaña, nos da una imagen distorsionada de las cosas, nos impide ver objetivamente los hechos, nos hace ponernos a repartir pescados al hambriento cuando la solución al hambre es enseñarle a pescar. Lamentablemente muchas de nuestras actitudes nobles en ocasiones tan solo ayudan a la mantención de una serie de vicios sociales. 
Las principales decisiones en lo que respecta a trabajo infantil, superación de la extrema pobreza y otras corresponden al estado y por consiguiente al gobierno de turno, pero eso es en lo macro, también frente a estos desafíos es necesario una postura, una decisión y una acción a nivel personal. Las sociedades cambian cuando las personas que las componen cambian, el primer paso es hablar de ello.

domingo, 8 de abril de 2012

Santo Patrono


Cuando era niño las noticias de viernes santo hablaban de las inmensas filas para participar de la eucaristía en alguna de las iglesias de Santiago; treinta años después las noticias hablan de las inmensas filas en las plazas de peaje de las carreteras por donde los santiaguinos buscan escapar a los balnearios del litoral. 
Hace tiempo que semana santa para una gran mayoría se convirtió en una suerte de vacaciones express y de su sentido original solo queda la trigésima repetición en la televisión de Jesús de Nazareth de Franco Zeffirelli y uno que otro documental en el cable.
En una sociedad que lucha por el pluralismo, que exige que la iglesia deje de intervenir en las decisiones del estado, en donde los sacerdotes y obispos son mirados con desconfianza por sus escándalos sexuales, en donde pastores y predicadores son mirados con desconfianza por sus escándalos financieros, la religión a todas luces se bate en retirada.
Pero todo lo anterior parece contradictorio al ver los miles, y en algunos casos cientos de miles, de personas que se congregan en Febrero en Yumbel para la Fiesta de San Sebastián, o en Junio en la bahía de Valparaíso para la Fiesta de San Pedro, o en Julio en la pampa nortina para la Fiesta de la Virgen de La Tirana, o en Agosto en la isla de Caguach para la Fiesta del Nazareno, o en Diciembre en la precordillera coquimbana para la Fiesta de la Virgen de Andacollo, y eso solo por mencionar algunos.
Es cierto que un buen número de los asistentes son solo observadores en busca de imágenes llenas de colorido, otros tantos tan solo están interesados en la fiesta en sí, pero también es cierto que la gran mayoría compuesta por pescadores, campesinos, pirquineros, dueñas de casa, y toda clase de gentes humildes y sencillas se congregan en estas celebraciones motivados por la fe, agradeciendo los favores concedidos o solicitando nuevas dádivas.
Fe en que hay fuerzas superiores que prodigaran un mejor mañana, fe en que se encontrará alivio para aquella enfermedad que el sistema de salud no cubre, fe en que se multiplicará el dinero que a todas luces es imposible que alcance hasta fin de mes, fe en que este año las lluvias lleguen a tiempo, fe en que los cardúmenes de peces esquivaran las redes de los buques factoría y volverán a los dominios de los pescadores artesanales, fe en que todo cambiará para bien.
No me corresponde juzgar lo cierto o vanas que son aquellas esperanzas, solo tengo claro que hace mucho tiempo que fe y religión ya no son lo mismo.

viernes, 6 de abril de 2012

Atesorando Nostalgias


Aquello de que la belleza está en los ojos de quien la mira es una suerte de axioma con el que usualmente buscamos justificar lo subjetivo y variado de los gustos personales, pero también en cierta medida es la constatación de que algo para ser bello debe ser contemplado. 
Una playa desierta de blancas arenas con aguas color turquesa atrapada entre verdes acantilados es un lugar hermoso y paradisíaco tan solo cuando podemos contemplarlo, antes de ello es simplemente uno de tantos lugares desconocidos sumergido en esa suerte de universo paralelo en el que reside todo aquello que no hemos experimentado.
Caminas casi diez kilómetros por caminos abandonados en compañía de tu hijo, guiados por los datos de algún conocido y cierta ayuda de googlemaps, descubres el lugar, al poco rato te sientes extasiado por su hermosura, a los pocos días te das cuenta que paso a formar parte de tus recuerdos y al tiempo después descubres que es otra más de tus nostalgias.
¿Mis nostalgias son entonces la suma total de las bellezas descubiertas?
Los cariños de mi abuela, el parrón de la casa donde viví mi niñez, las piernas de mi prima asomándose por su falda escocesa; José Luis, Esteban, Marcelo y mis demás amigos de infancia, las penas de amor adolescente que consoló mi madre, los campamentos en Horcón, la risa de Carmén Luz, el viento soplando por entre los árboles de la parcela de mi tío; ciertos besos, ciertas caricias; la vez que dije si acepto, las primeras conversaciones de adulto con mi padre, el pelo rubio y ondulado de mi pequeño al cumplir su primer año, la banda musical que nunca llegó a ningún lado; otros besos, otras caricias; la primera flor puesta en la tumba de mi viejo, aquellas onces familiares en el Brighton de Valparaíso, la tormenta eléctrica en el altiplano, las lagrimas adolescentes que ahora a mí me tocó consolar; los cafés, los cigarrillos y las conversaciones con Álvaro pocas semanas antes de que decidiera partir; nuevamente otros besos, nuevamente otras caricias, los viajes, los sueños inconclusos para la playa Las Docas, los amaneceres azules, los atardeceres rojos… la belleza que a ratos me apena, la belleza que a ratos me alegra, la belleza que no quiero olvidar.

domingo, 1 de abril de 2012

Licarayen


Antes del comienzo de los tiempos hubo un fuerte enfrentamiento en el wenumapu (tierra de arriba) en el que finalmente Antu (el sol) venció al malvado Peripillán arrojándolo al naggmapu (la tierra en la que andamos) para luego cubrir su cuerpo con enormes rocas que terminaron por formar la montaña a la que los hombres del norte más tarde llamarían Osorno. 
Siglos y siglos más tarde los huilliches (gente del sur) llegaron a habitar las tierras al occidente de los gigantescos abismos que guardaban la prisión de Peripillán
 Los hulliches era gobernados por un anciano y sabio cacique cuya hija, Licarayen (flor blanca) estaba comprometida con el valeroso toqui (líder guerrero) Quitralpi. Pero la belleza de Licarayen incendió la pasión del viejo Peripillán el que al enterarse del amor de la joven por Quitralpi explotó de furia arrojando fuego y rocas por sobre el abismo con el fin de destruir a los hombres y sus moradas. 
El sabio cacique reunió a los ancianos para buscar una forma de calmar la ira del antiguo espíritu hasta que en medio de ellos se apareció un viejo machi (chamán) quien les dijo que para aplacar la furia del pillán (espíritu) debían depositar envuelto en una rama de canelo el corazón de la joven más bella, noble y virtuosa en lo alto de un monte. Los ancianos no dudaron en coincidir en que entre todas las vírgenes Licarayen era la que mejor reunía las condiciones requeridas. 
Al enterarse de la decisión de los ancianos la muchacha aceptó con orgullo su destino poniendo como única condición que fuera su amado Quitralpi el único hombre que la tocara y fuera él quien le sacara el corazón. 
La princesa se tendió sobre un lecho de flores y Quitralpi le abrió el pecho para luego entregar el corazón de la joven a un mozalbete que lo envolvió en una rama de canelo y corrió con él hasta la cima del monte más alto. Acto seguido el bravo guerrero se arrojó sobre su lanza para acompañar a su amada en la muerte. 
Entonces en el cielo apareció un manque (cóndor) que engulló el corazón para luego tomar la rama de canelo entre sus garras y tras un raudo vuelo arrojarla sobre las llamas del Peripillán
En ese preciso instante desde el cielo comenzaron a caer miles de flores blancas, como nunca antes habían visto los hulliches, las que poco a poco apagaban los fuegos del iracundo espíritu. 
Nevó por días y semanas y meses y años. La nieve derretida corría por las laderas de los montes hasta inundar por completo los abismos, dando origen así al Lago Llanquihue (lugar perdido), hasta que finalmente las flores blancas terminaron por apagar el poder del Peripillán sepultándolo para siempre en una tumba de hielo. 


Sin embargo las flores sobre las que quedaron tendidos Licarayen y Quitralpi se convirtieron en enredaderas que escondieron sus cuerpos y formaron un palacio en el que las almas de los enamorados viven hasta el día de hoy. Ese palacio solo puede ser visto y encontrado por aquellos de corazón puro en medio de las aguas del Llanquihue.