martes, 17 de abril de 2012

Pirovich


Descubrí la música de Congreso siendo un adolescente a mediados de los ochenta, en esa época la banda estaba vetada de la televisión y las radios por orden de la dictadura así que las cintas con sus canciones eran una suerte de tesoro al que solo podíamos tener acceso si nos la compartía algún hermano mayor que estudiara en las combativas universidades de Playa Ancha y/o Valparaíso. 
Tiempo más tarde y ya recuperada la democracia, en los años en los que me dediqué a estudiar música pude palpar que los integrantes de Congreso era objeto de culto para los mismos músicos a los que yo rendía culto, al punto que tan solo ser discípulo del discípulo del discípulo de uno de los miembros de la agrupación era suficiente para obtener una suerte de unción divina en términos musicales. 
En un mundo donde predominan los egos la gran mayoría de las bandas consulares de nuestra música nacional, desde Los Ángeles Negros a Los Tres, se han separado momentánea o definitivamente porque no han podido convivir con ellos mismos. Vocalistas que deciden lanzar carreras solistas para no tener que compartir los méritos y los réditos con otros, guitarristas que lanzan proyectos independientes para alcanzar el protagonismo que en la banda original no tienen, peleas por derechos de autor, peleas por la propiedad del nombre del grupo y un largo etcétera que demuestra que quizás puede ser grato pero no es fácil vivir recibiendo las alabanzas y el fanatismo de otros. 
Quizás por lo mismo siempre me llamó la atención la actitud de Hugo Pirovich, sin dudas el mejor instrumentista en flauta traversa de nuestro país y miembro fundador de Congreso, completamente alejado del divismo y con una sencillez admirable. Nunca ha objetado su rol “secundario” en la banda detrás del liderazgo de Pancho Sazo, nunca ha gritado a los cuatro vientos que la mayoría de los temas son composiciones de él y Tilo González. 
 Quizás esa sencillez se deba a que en sus largos años como profesor en la facultad de música de la Universidad de Valparaíso su trabajo fue en esencia enseñar a otros a ser mejores que él. 
Hace algunas semanas le leía una entrevista donde en lo medular señalaba “si somos de barro no optemos a ser de vidrio antes de ser el mejor barro, y cuando seamos de vidrio no optemos a ser de cristal sin ser el mejor vidrio…”, yo creo que Pirovich, Sazo, González, Atenas y compañía son del más puro y fino cristal pero con la actitud del más humilde y simple barro.

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