sábado, 1 de diciembre de 2012

Carnaval

Los orígenes de cada Carnaval se pierden en el tiempo, pero cada uno de ellos tiene su origen en una muestra de rebelión ante la religión impuesta por la clase conquistadora gobernante. Primero entre los paganos latinos al interior del imperio romano, luego entre germanos y celtas, y finalmente entre los indios americanos. 
Supongo que tanto a los esclavos africanos llevados por los portugueses al Brasil como a los indios andinos sometidos por los españoles les costaba entender los penitentes y prolongados ritos propios de la cuaresma, entonces tres días antes de esta adoptaron como propio el carnaval como una última instancia de celebración antes de un prolongado periodo de ayuno, abstinencia sexual y penitencias. 
El Carnaval fue entonces un grito de rebeldía frente al credo impuesto, una declaración de no estar dispuestos a renunciar a los ritos de los antepasados, una manifestación del libre pensamiento demostrado en el libre actuar. 
Entonces en una sociedad abiertamente secularizada en donde las penitencias pascuales se limitan a cerrar el comercio el día viernes santo el carnaval pareciera perder razón de ser hasta convertirse tan solo en una fiesta de excesos. Pero por el contrario hoy más que nunca hay imposiciones contra las cuales rebelarse, y por lo mismo nuestros carnavales son una muestra de que en una sociedad globalizada no estamos dispuesto a perder nuestra identidad; una fiesta en la que no existe discriminación por creencia, orientación sexual, origen étnico o grupo socioeconómico; una demostración de que en una sociedad cada vez más gris la alegría y el colorido sigue presente en nuestras vidas.

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