lunes, 29 de julio de 2013

Rapaz (Republicación del 15/09/09)

El protagonista de la fotografía es un joven Aguilucho posado en lo alto de una de las miles de Araucarias de la Cordillera de Nahuelbuta. Excúsenme que no les dé los correspondientes nombres científicos pero desde niño que aquellas denominaciones en latín me recuerdan algunos jocosos capítulos del Coyote y el Correcaminos. 
Algo tienen las aves rapaces que a lo largo de la historia se han convertido en un símbolo tan representativo del poder como lo son las cruces o las medias lunas en el contexto religioso. Fue siguiendo el emblema de un águila que las legiones romanas conquistaron las Galias, Hispania, el norte de África y Oriente Medio; reyes, duques y barones del Medievo solían incluir halcones en sus escudos de armas usualmente acompañados de leones o dragones, sus símiles entre los mamíferos y las criaturas mitológicas. El asunto no se limita a Europa porque también en América el águila fue un animal totémico para los aztecas y las tribus de las grandes praderas así como el cóndor para el mundo andino; estas aves también estuvieron presentes en la iconografía de emperadores orientales, emires árabes y reyes tribales africanos. Hacia la edad moderna fueron insignias de batalla de los ejércitos al servicio de los Imperios Coloniales y luego de las naciones que lograron su independencia de estos. 
Su analogía con el poder continúa hasta nuestros días, no en vano fue delante de la imagen de un águila calva que se anunciaron las invasiones de Afganistán e Irak, y han pasado a formar parte de los emblemas corporativos de bancos y farmacéuticas transnacionales que en una época globalizada han heredado de imperios, reinos y naciones el control del orbe. 
El porqué de esta devoción por las aves rapaces quizás sea por su vuelo majestuoso, por lo imponente de su estampa o por su aguda visión, pero no debemos olvidar que estos nobles pájaros fueron dotados por la naturaleza de tales condiciones con el único fin de mantenerse en el tope de la cadena alimenticia dejándose caer inmisericordes con sus letales garras sobre sus presas. Consecuentemente los siglos de historia nos han demostrado que quienes han usado halcones y águilas como emblema también han tomado de estos su implacable letalidad ante todo lo que se cruce en su camino. 
Al parecer poder y rapacidad van de la mano.

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